Me da miedo quererte por si un día te pierdo.
Las rosas del camino me espantan con su llanto.
Temo verme obligado a escribirte una elegía,
y a despedirme con un poema estrangulado.
Querría no quererte, con miedo hasta los huesos.
Las piedras del granizo estallan contra el campo.
Estás tan alejada, que puede que estés muerta:
una voz invisible lo dice susurrando.
El futuro me ahoga, repleto de agonía;
me cubre silencioso su diabólico manto.
Me escondo de mi mente para que tu recuerdo
no sumerja su cuerpo en mi dolor desangrado.
Tengo tanta certeza de que me olvidarás,
que no sé por qué te escribo estos versos desolados.
Los dejarás perdidos en un cajón sin llave
que jamás será abierto de nuevo por tus manos.
El sol no nacerá una mañana oscurecida,
pues lo habrán apagado mis penas y los astros.
Me da miedo quererte por si un día te pierdo.
Los pájaros aúllan llenándome de espanto.
Mis labios dejarán ya de pronunciar tu nombre.
Los pétalos irán cayendo suaves del tallo.
Hoy parece la luna mirarme con tristeza,
como si fuera cierto lo que estoy imaginando.
El río se llevó las piedras de la ribera,
las piedras que algún día juntos acariciamos.
Me da miedo quererte por si un día te pierdo.
Eso debe de ser por lo que te quiero tanto.
Porque te escribiré el poema más triste un día,
porque me alejaré a los lugares solitarios,
porque me olvidaré de tus ojos y tus labios,
te quiero mucho más que a mi vesánica vida.