Se veía en sus ojos claramente,
claramente se veía en sus ojos
el reflejo de haber amado antes,
de haber amado mucho, aunque ahora estaba solo.

Se veía en su pecho que tenía
cicatrices de abrazos y de fotos,
momentos que no es verdad que sean felices
después de todo.

Se veía en su piel que no se había
conformado nunca con poco
y que cada historia que tuvo fue una intensa
muestra de amor, pero nada más que un dejà vu en el fondo.

Cuando ella apareció, sí, se veía
que él iba recordando poco a poco,
pero solo recordaba si volvía
a pasar lo mismo, aunque fuera de distinto modo.

Y es que nada sirve para nada
para el que camufla con sonrisas los sollozos,
para el que no encuentra los recuerdos en ningún lado,
a pesar de que en algún sitio deberían estar todos.

Solo sirve fracasar si hacemos
que el amor no cicatrice los felices pedazos de momentos rotos,
para que sigan cortando como cortan,
cuando se rompe, los pedazos de un jarrón precioso.
Solo así es posible recomponer más tarde
aquellos días, aquellas fotos,
aquellos abrazos que pueden parecer los mismos,
pero que así ya son otros.

Que lo mejor del mundo llegue
en el momento más inoportuno
y, aunque sepas que nadie es el culpable,
decir que es injusto.

Animarte con el sonidito del Skype,
que es como una canción sin música o un silencio con ruido.
Hablar con ella
y solo querer hablar del futuro.
Subir el brillo de la pantalla
porque, aunque allí es por la mañana,
su cuarto está oscuro.

Alegrarte cuando ves en el iphone
que han llegado whatsapps suyos
y que no te importe que tenga
solo una palabra cada uno,
que lo que de verdad te importe
es que sean muchos,
como si eso significara
que te ha querido durante más segundos.

Querer recordar todos los momentos
o quizás, mejor, no querer recordar ninguno,
porque, aunque sabes que lo vas a ganar,
por si acaso no quieres prolongar demasiado este pulso.

Decirle a tus amigos
que no es tan duro,
pero estar solo y pensar
que lleváis más tiempo separados
de lo que estuvisteis juntos.

Y por si te mira con cara de pena,
mirar al amor con disimulo,
pero en el fondo mantener la confianza
en que, aunque pueda parecer absurdo,
nunca se sabe y todo al final pasa
siempre en el momento justo.

Alejandro Romero
VI. TROVADORES DEL DESTINO

¿Y cómo hacer
para juntar tu cuerpo
con mi cuerpo
sin provocar un páramo exiliado
entre la perdición y las mortajas?

No lo sé.

Lo que sí sé es que,
si pudiera,
juntaría tu cuerpo con mi cuerpo
para obtener retazos
de aquel pasado antaño
inmarcesible
en el que éramos dos simples trovadores
del destino.

Seguro que escribirle una poesía
no tendrá ya ningún sentido ahora.
Quizá ella piense en mí de vez en cuando,
pero solo será seguro si se siente sola.

Quizá en este momento una poesía
le haga creer de nuevo en las historias
que quisimos creernos para no aceptar
que en el amor no importa lo que quieran dos personas.

O puede que tal vez una poesía
le haga pensar que siempre al fin y al cabo quedan cosas
bonitas que se guardan y que hacen
que no siempre un final suponga una derrota.

No sé, quizá, tal vez,
no tendrá ya ningún sentido ahora,
pero tal vez, quizá, no sé,
sonría de repente y luego siga con sus cosas.

Rimas para una princesa

II

¿Cómo podrán salir
de tu boca tan dulces palabras?
Al mirarte a los ojos comprendo
que salen de tu alma.

X

Si soñar fuera vivir
siempre estaría soñando
porque en mis sueños estás
continuamente a mi lado.

XXX

Preguntaste con miedo:
¿Sabes por qué hay estrellas en el cielo?
Y yo sin responderte
te di un beso
y te dije al oído:
Tal vez sea
porque Dios quiere vernos
cuando nos besamos
y queremos.

Preguntaste con miedo:
¿Tú crees que existe un Dios en el cielo?
Y yo sin responderte
te di un beso
y te dije al oído:
Qué más da que no exista
un Dios en el cielo,
si, aunque no nos vea,
nos queremos.

Hace un tiempo me vería como un loco,
como un loco que no teme a la distancia,
como un loco de amor
al que no le importa nada,
que perdió la cabeza
y desperdició su vida por su amada.

Pero ahora sé que no es de locos,
no es de locos enfrentarse a la distancia,
no es de locos cuando al otro lado espera
a la que esperó locamente mi esperanza.

Ahora sé que no es de locos.
Ahora sé que no hay distancia
que no pueda recorrer el amor
cuando deja un día, por fin, de ser loca esperanza.

Ya sé que lo he hecho mal.
No lo repitas.
Ya sé que ayer te prometí
que siempre te querría.
Ya sé que no es posible
dejar de querer en solo un día.

Cómo no voy a saberlo,
con lo mal que lo hago todo en la vida,
con lo triste que me siento
cuando no encuentro la forma de cumplir lo que de verdad te prometía,
cuando hago parecer como si no quisiera
para que no parezca que me puede la melancolía.

Cómo no lo voy a saber,
con lo mucho que te quiero
y con la cantidad de días
que me va a costar olvidarte
y dejar de quererte para toda la vida.

Pesaba menos. ¡Dios mío!
Pesaba menos después de escribir esa poesía.
Como si hubiera perdido alma,
como si se me hubieran caído trozos de melancolía.
Pesaba menos. ¡Dios mío! Pesaba menos.
Como si las palabras pesaran, como si pesara la vida,
como si se me hubiera escapado tristeza
en miligramos de poesía.