Llegué a la vida yo como quien llega
a un sitio que conoce aunque no entiende
Llegué a la vida así, sin voz, sin fechas
llegué con el temor del que se pierde.
Apreté por querer coger el viento
los dedos de la mano siendo niño.
Ya entonces sospeché que no era cierto
que son nuestras las cosas que sentimos.
Quise oler una rosa y por tocarla
entendí que lo bello siempre duele,
que no hay nada en la vida que no traiga
junto a un recuerdo un pálpito de muerte.
Conté una vez de noche las estrellas.
Algún tiempo después volví a contarlas.
Y supe cuando no encontré una nueva
que la muerte no sirve para nada.
Viajé después lo más lejos que pude
queriendo así olvidarme de mi casa
y en ese mundo extraño entonces supe
que peor aún que la vida es recordarla.
Cansado en mis recuerdos me detuve
y dejé que la vida me arrastrara
como un tronco partido que se hunde
inmerso en la corriente que lo baja.
Salí a flote una tarde, de repente
y me agarré con fuerza de una rama
y dejé que pasara la corriente
mientras yo, poco a poco, me secaba.
Seco ya abandoné un día la orilla
y me adentré sin miedo entre las flores.
No me asustaban ya ni las espinas
ni el que haya tantos días como noches.
De rama en rama, flor a flor, anduve
sin querer comprender bien lo que hacía
y así creyéndome feliz estuve
dejándome llevar por la alegría.
Los años que siguieron fueron tristes,
pues si es triste saber que uno está solo,
más triste es si la muerte viene y dice
que aún se puede estar más después de todo.
Perdido y enfadado lloré mucho.
Yo, que un día aprendí que todo es aire.
Yo, que un día aprendí que en este mundo
es inútil incluso lamentarse.
En ese estado estaba cuando vino
a mis ojos su viento y su mirada,
y la dulce fragancia del destino
me demostró que no sabía nada.
Llegó a mi vida así, como quien llega
a un sitio que conoce aunque no entiende
y yo entonces deduje que era ella
el viento que escapó, el rosal que duele.
Llegó para enseñarme que en la vida
no hace falta mirar a las estrellas,
que la muerte no es más que una salida
y que no es importante cuándo llega.
Llegó para enseñarme que la vida
no es ni feliz ni triste ni es perfecta
que la corriente puede arrastrar días
pero a mí no podrá si estoy con ella.
Llegó para ordenarme los recuerdos
Llegó para enseñarme que no hay nada
que no pueda vivirse en un momento
a pesar de que luego se deshaga.
Llegó para enseñarme que la vida
al fin y al cabo es demasiado larga
y que intentar vivir todos los días
es obviar los segundos cuando pasan.
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