No me vale el argumento
de que todos vamos a morir
y que es mejor vivir felices.

No me vale el argumento
de que los buenos al final
serán recompensados.

No me vale el argumento
de que todo está dispuesto así
desde un principio.

Me vale el argumento
de que todos vamos a morir
y que es mejor sufrir
intentando averiguar por qué morimos.

Me vale el argumento
de que los buenos al final
serán más sabios,
pero no serán premiados
por haberlo sido.

Me vale el argumento
de que todo está dispuesto así,
pero que somos capaces
de cambiarlo todo
de sitio.

¿Y ahora
cómo le explico a mi corazón
que no estoy solo?
¿En qué tipo de soledad
proyectará ahora su tristeza?
¿A quién encontrará
por la noche en las estrellas?
¿Para qué futuro amor
se esforzará en recoger
las más bellas?
¿De qué le servirá
preparar irrepetibles melodías
con las letras?

¿Cómo le digo yo
que todo era al fin por ella,
que ya todo acabó,
que terminó la espera,
que ya no es necesario que se esfuerce,
que esas cosas ya
no merecen la pena,
que ahora no estoy solo ya
que ya no hace falta
que me mueva,
que ahora es su corazón el que me mueve
que ahora quien me mueve
es ella?

Pero ¿cómo le digo yo
que esta vez sí es ella
que no me he vuelto a equivocar
que es perfecta,
que tiene el mismo corazón,
pero con la polaridad opuesta?

¿Cómo convenzo ahora a mi corazón
de que he encontrado al fin a aquella
a quien él pueda mover
sin estar preocupado
de que yo no me mueva?

¿Cómo convencerle
de que es ella
por la que merecerá la pena morir
cuando ella muera?

Lo siento por desaparecer a veces.
A veces
prefiero no estar,
quiero dejar de seguir haciendo daño
y desaparecer sin más.

No pienses que es que no te quiero.
No pienses que es que te voy a dejar.
Es solo que a veces
pierdo el control de todo
y prefiero no molestar.

Estaba claro,
amar era empezar a tener miedo,
amar era volverme frágil,
era perder
el control del tiempo,
era pedirle a mi corazón
que emigrara a otro cuerpo.
Era buscar en ti una respuesta
que nadie puede respondernos.
Era hacerte pruebas
cargadas de recuerdos.
Era desaparecer.
Era quemar como el fuego.

Era odiarte a veces
y otras veces,
sin sentirlo tanto como ahora,
decirte que te quiero.
Era saber que en pocos días
se acabaría consumiendo
lo que al final no ha durado
más que unos versos.
Era olvidar que la brutal esfera,
no solo gira
sino que a la vez se va moviendo.
Y que así nunca es posible
llegar a estar realmente quieto.

Tampoco era por medio del amor.
Ahora lo entiendo.

Nada hay que explique
hacia dónde vamos,
por qué nos movemos.

Por eso da igual
cómo nos coloquemos,
el camino que emprendamos,
desde dónde sople el viento.
Tampoco si fuera posible importaría
que nos quedáramos quietos.

Pero yo sigo aún sin entender
a qué viene pues este remordimiento
que pesa como una bola de plomo
y me presiona el pecho,
este peso que me instiga
a quedarme quieto
a sentir que a pesar de todo
a pesar de mis defectos
a pesar de que sigo sin saber por qué me quieres
a pesar de lo mucho que te quiero,
un peso horrible me obliga a responderte
sin saber ni siquiera
a lo que estoy respondiendo.

Un peso que me obliga a quedarme junto a ti,
un extraño presentimiento,
un anhelo de que otro como yo
sufra mis mismos sentimientos,
una extraña ansia de que tú y yo
aumentemos la cadena de eslabones en movimiento,
de seres que preguntan dónde,
de seres que preguntan cuánto tiempo,
de seres que preguntan por qué
sin saber siquiera
si alguien les está oyendo,
de seres que cumplen una misión,
sin siquiera saber si la están cumpliendo,
de seres que no saben
si preguntar es algo,
porque las preguntas en verdad
las han inventado ellos.

Y ya está.
Hemos pasado
la esquina más difícil de pasar.
Hemos aprendido
que decir las cosas
también es importante para amar.
Ya solo nos queda
dejar la vida pasar
que si yo me quedo pensativo
no dudes ni un segundo en protestar,
que si tú te quedas sin respuestas,
yo me quede sin ganas de preguntar,
que no queramos entenderlo todo
porque eso no es amar:
eso es intentar buscar excusas
para no vivir como los demás,
eso es intentar parar la esfera
sin quererla realmente parar,
eso es quejarse de vivir con algo
sin lo cual no nos podríamos quejar,
eso es creer que un sentimiento
es algo más que un trozo de metal.
Y ya está,
¿para qué queremos mejorar algo
que lo único que hace de esa forma es empeorar?
¿para qué queremos llenar de adornos algo
que está muy bien ya como está,
que ni es nada ni lo es todo,
pero que es algo
y ya está?

No te preocupes.
Estoy bien.
No pasa nada si hoy no nos vemos.

Sí pasa,
pero la vida me ha enseñado
a no manifestar mis sentimientos.

Sí pasa
y por no decirte ahora
que no estoy bien,
que te echo de menos,
otro día seguramente saltaré
y tal vez querré que lo dejemos.

Pero no te preocupes.
También estará bien
y no pasará nada si no nos vemos,
porque la vida me enseñó
a enterrar mis sentimientos.

Pero sí que pasará,
te echaré de menos.
Lo bueno es que entonces
cuando ya no estés
asumiré que hice bien
en camuflar mis sentimientos.

¿Qué es eso de que solo quieras verme?
¿Tanto amor para luego
conformarte con eso?
¿Tanta fuerza tienen los sentidos?
¿Tan poca cosa somos?
Lo que más te apetece es verme.
Ni cine, ni cena, ni noche de pasión.
Solo verme.
Y a mí verte a ti.
Con eso basta.
No digamos más. Vernos.
Porque hay cosas
que es mejor no decirnos.
Porque hay cosas
que es imposible decir.
Vernos.