¿A dónde se fue, Pepe,
la última vez que la viste?
¿Por qué sólo se fue detrás de ella
tu mirada triste…?

¿A dónde se fue, Pepe?
¿Por qué razón no la seguiste
por el camino empedrado de adioses
si estabas tan triste?

¿A dónde se fue, Pepe,
la última vez que la viste?
¿Por qué no quisiste ir a ese lugar?
¿Por qué no quisiste?

No es cansancio, ni es miedo ni es pereza
lo que sientes desde el corazón a la cabeza.
No es flaqueza.
Lo que sientes, Pepe,
lo que sientes es tristeza.

Es amargo sabor por la certeza
de haber dejado ir el amor y su pureza.
No es blandeza.
Lo que sientes, Pepe,
lo que sientes es tristeza.

Tu alma con la muerte no tropieza
ni el aburrimiento de lágrimas la enjaeza.
No bosteza.
Lo que siente, Pepe,
lo que siente es tristeza.

No murió él;
murió el poeta.
Murió el ángel
capaz de distinguir lágrimas entre la lluvia.
Murió el niño.

No murió él;
murió el poeta.
Murió el ángel
que encontraba cisnes en las nubes.
Murió el niño.

¡Llorad!
Porque no murió él,
murió el poeta
que lloraba los días grises.
Murió el niño.