No te voy a dejar de querer.
Pero te voy a dejar de hablar, sí.
Ahora podré quererte a gusto,
aunque sea sin ti.
Ahora no tendremos que pelearnos
por el sitio adonde ir.
Ahora te podré contar lo que yo quiera,
porque como siempre será contármelo a mí.
A ti ya no te servirá para nada,
pero a mí me encantará quererte así.
Porque no te voy a dejar de querer.
Ya descubrí
que eso es imposible hasta que no pase algo de tiempo.
Primero tengo que dejar de existir.
Y por eso te voy a dejar de hablar.
Inténtalo todo lo que quieras. Ya no estaré aquí.
Me habré escondido donde dicen
que no es tan fácil creer que uno es feliz,
donde el tiempo no pasa más rápido,
pero no deja ni un segundo de alejarse de ti.
Allí encontraré el punto exacto
donde se cruza el futuro con las ganas de morir.
Y así no dejaré de quererte, no;
o quizá deje de quererte, sí.