es lisonja de la pena
perder el miedo a los males
Sor Juan Inés de la Cruz

Las penas envalentonan.
Por eso uno no se retira de estar triste,
igual que en una pelea
uno no para aunque sus amigos se lo piden.
—Yo puedo con todas—
uno a sí mismo se dice.
Y no puede, pero las penas
le mantienen un buen rato peleando para divertirse.
Y le dan mil golpes cargados de miedo del futuro,
pero a la vez le dan un recuerdo bonito con el que cubrirse.
Le envalentonan porque le hacen creer
que ahora que es mayor puede tumbar a los días grises.

Pero no. No se puede vencer a las penas.
Es imposible.
Por eso hay que aprender a asumir
que no pasa nada porque uno de vez en cuando se ponga triste.
Hay que saber retirarse.
Hay que ser humilde
porque no es culpa de uno
que las cosas cambien tanto
según el momento del día en el que se miren.