No me dejes.
El tiempo está muy gris y mi vida es un delirio.
Las voces de mis sueños pronostican días dulces.

No me dejes.
Perdí el sabor del alma entre el sabor de la tristeza.
Confundí el color del mar con el de mi vida.
Me queda solo pensar y dejar que todo fluya.

No me dejes.
Las noches avanzan muy deprisa, casi tanto como los días,
cuando no hay nadie que esperar
cuando vivir es solo recorrer para llegar,
recorrer para llegar sin saber cuánto, sin saber cuándo,
sin saber cuándo y entre los eternos pasos pesados de la soledad del tiempo.
Y el tiempo está muy gris y mi vida es un delirio.
No quiero que sea un delirio solitario.

Por eso, no me dejes, seas quien seas, no me dejes.
No me dejes que deje huir mi alma
por donde yo hui ya hace mucho tiempo.

Creía que contigo iba a ser distinto
que no íbamos a discutir,
que no me ibas a poner celoso
ni yo te iba a poner celosa a ti.
Creía que podríamos estar lejos
y no tener que dudar ni pensar mal ni sufrir.
Creía que contigo me iba a enamorar de otra manera.
Creía que esta vez eras tú por fin.

Y no es distinto porque eres lo mismo que he querido siempre,
pero lo es porque contigo soy feliz.
No es distinto porque contigo también hay discusiones,
pero lo es porque ahora acaban antes de empezar a discutir.
No es distinto porque sigo poniéndome celoso,
pero ahora del idiota que antes de conocerte fui.
No es distinto porque sigo dudando cuando estás lejos,
pero la duda ahora es por qué no me fui detrás de ti.
No es distinto porque de ti también estoy enamorado,
pero lo es porque esta vez lo he hecho sin desenamorarme de mí.
No es distinto porque tampoco eres tú la definitiva,
pero no lo eres porque no quiero relacionar contigo nada que contenga la palabra fin.
Y no es distinto porque con otras siempre quise también que continuara;
lo que no sabía es que ya entonces quería que continuara junto a ti.

No me sale querer como decís que debo.
¿No es posible encontrar alguien con quien poder querer normal?
¿De verdad es necesario hacerse el interesante,
saber manejar los tiempos,
no dar un beso aunque nos apetezca besar?

No me sale querer así.
A mí que me escriban nunca me viene mal
y no me agobia que me quieran ver todos los días,
puedo dejar cualquier cosa a medias o esforzarme en acabarla antes con tal de quedar.

Ya lo sé. Querer es cosa de dos personas
y hay que saberse adaptar.
Pero sé que existe la persona
con la misma forma que yo de querer de verdad.

Tampoco era por medio del amor.
Ahora lo entiendo.

Nada hay que explique
hacia dónde vamos,
por qué nos movemos.

Por eso da igual
cómo nos coloquemos,
el camino que emprendamos,
desde dónde sople el viento.
Tampoco si fuera posible importaría
que nos quedáramos quietos.

Pero yo sigo aún sin entender
a qué viene pues este remordimiento
que pesa como una bola de plomo
y me presiona el pecho,
este peso que me instiga
a quedarme quieto
a sentir que a pesar de todo
a pesar de mis defectos
a pesar de que sigo sin saber por qué me quieres
a pesar de lo mucho que te quiero,
un peso horrible me obliga a responderte
sin saber ni siquiera
a lo que estoy respondiendo.

Un peso que me obliga a quedarme junto a ti,
un extraño presentimiento,
un anhelo de que otro como yo
sufra mis mismos sentimientos,
una extraña ansia de que tú y yo
aumentemos la cadena de eslabones en movimiento,
de seres que preguntan dónde,
de seres que preguntan cuánto tiempo,
de seres que preguntan por qué
sin saber siquiera
si alguien les está oyendo,
de seres que cumplen una misión,
sin siquiera saber si la están cumpliendo,
de seres que no saben
si preguntar es algo,
porque las preguntas en verdad
las han inventado ellos.

Estar o no estar.
¡Qué triste es saber
que es mejor no estar!
¡Qué triste es sentir
que era mejor no haber estado!

Estar y no estar.
Yo, aunque es mejor no estar,
quiero que se me recuerde
por haber estado
cuando ya no esté.

El tiempo es la más cruel manera
de saber que falta algo,
que falta algo
y que es imposible reponerlo.

El tiempo es la mirada que se calla
pero mira sospechosa sabiendo lo que ha hecho.

El tiempo está en el punto en el que aún parece que se puede,
aunque es imposible, vencerlo.

Es el tiempo
y no hay nada que hacer:
hemos construido la vida sobre sus cimientos.
Se le puede dar la vuelta a todo,
pero entonces faltará lo que aún tenemos.

Es lo triste de tener,
es lo triste de los sentimientos,
que solo les damos sentido
si duran algún tiempo.

Si entendiéramos que en verdad no duran nada,
que solo ocupan un momento,
sabríamos que amar no tiene dirección
y que el tiempo es solo
una forma de darle una historia a nuestros sentimientos,
y que, por eso, como cualquier  historia,
la vida tiene momentos malos y momentos buenos.

Solo tú eres capaz
de hacer que no importe
que el alma duela.

Solo tú eres capaz
de explicarme por qué
la vida es tan bonita aunque al final se muera.

Solo tú,
porque tú sabes de tristeza,
porque tú sabes que tener miedo no es malo,
que no es malo huir a veces ni siquiera.

Solo tú eres capaz de reconciliarme con las cosas
que nunca he enseñado porque me daba vergüenza.

Solo tú eres capaz de hacer que en el fondo de mi alma
pueda llegarme a creer que alguien me quiera.

Y así ya el miedo
no da tanta vergüenza.
Y que acabe un día no importa
porque solo un día contigo ya mereció la pena.

Hay gente que aprende.
Se sienten raros y aprenden.
No se paran a pensar
que quien tendría que aprender
es el resto de la gente.
Se sienten poco queridos,
pero les aseguran que les quieren
y ellos aprenden;
creen que su manera de querer es peor
porque es diferente.

Y así van cayendo
en la normalidad del resto de la gente,
porque darle siempre la razón al resto
es una de las capacidades que tienen.

Hay gente que aprende.
Y es una pena, pero aprenden.
Por suerte aunque dejan de lado muchas cosas suyas
no se olvidan nunca de querer como ellos quieren.
Por eso algunas veces, a algunas horas sienten
que nadie les quiere tanto como quieren ellos
y aunque enseguida se les pasa y vuelven
en el fondo siguen dando el mismo amor
y encontrándolo en el resto de la gente.

Es solo una milésima de segundo.
Y pasa como con esa llamada
que no da tiempo a localizar.
El alma toca la esencia de la vida,
pero no le da tiempo a mirar.
No le da tiempo a encontrar la palabra
que pueda traerla a nuestra realidad.
Solo a veces si dos palabras precisas
justo en ese momento se llegan a juntar
se puede entender una pizca de esa esencia,
de la verdad.
Y es difícil, pero hay poetas
que consiguen quedarse allí un poquito más
y así les da tiempo a juntar más palabras
y así consiguen a veces acertar.
Cuando eso pasa no hay alma
a la que sus palabras no consigan llegar.
Y esa milésima de segundo
se convierte para siempre en muestra clara
de la eterna belleza de la humanidad.