¿Qué me pasa?
¿En serio no hay manera de que me libre?
¿No hay posibilidad de que me acuerde
de todas las cosas que me hacen feliz
cuando estoy triste?

¿Cómo se llamarán esas cosas
que uno nunca recuerda aunque no las olvide?
¿Adónde huirán
en cuanto notan el peligro de que las necesite?
¿Por qué siempre parece más cobarde
todo lo sensible?

¿Qué me pasa? ¿De verdad no he conseguido
ni que esas partes de mí a las que les interesa que yo esté bien
me auxilien?
¿Acaso me guardan rencor?
¿Acaso no saben que lo que tanto daño les hizo
a mí estuvo a punto de destruirme?

No sé. Quizá yo mismo las escondo
cuando me pongo triste
para que no las dañe la tristeza con su forma
de explicar tan bien que existen cosas imposibles.
Quizá debería estar más orgulloso de mí,
a pesar de estar a veces tan triste,
y entender que si lo estoy es porque escondo mis ganas de vivir
para que sigan creyendo que cualquier cosa es posible.

Madrileño, no muy feo,
listo, bueno, con el suficiente dinero.
El menos poeta de entre los poetas
y encima de los que ponen rima a los versos.
Soy el menos indicado para tocar el alma,
pero a casi todas horas lo intento.
Siento que no encajo entre los que no encajan,
que soy demasiado normal para lo raro que me veo,
que no puedo quejarme de la vida,
que lo que me hace sufrir es porque juego demasiado con los sentimientos
y que, si se me rompe alguno,
es porque me lo merezco.

De ciudad, ni siquiera fumador,
ese al que los padres ponían como ejemplo.
Alguien que antes de quejarse de las injusticias
trata de ver las que él mismo lleva dentro.
Toda la vida sintiendo que nació para ser otro,
que su mundo era mucho más fácil que todo esto.
Toda la vida complicándome:
siendo poeta, pudiendo ser uno más
de los que felizmente nacen muertos.

No me trates por quererte
como tratarías a alguien para que no te quisiera.
Me tendrás para siempre, sí,
pero haz que no me arrepienta.
Sabes que lo seguiré dando todo por ti,
pero haz que yo también me lo crea.

No me trates por quererte
como me tratarías para que no te quisiera,
que yo te trato a ti por quererte
mejor de lo que me trato a mí los días de menos tristeza.
Te he perdonado siempre, sí.
Es imposible que puedas conseguir que no te quiera,
pero haz que no intente convencerme
cada noche en la que te duermes un poco menos cerca.

No me trates por quererte
como si no quisieras que te quisiera,
que yo quiero quererte siempre
y sé que tú también
aunque a veces me trates como si no quisieras.

IMG_20170309_172941

No eran las peleas,
sino las reconciliaciones lo que hacía daño.
Pero yo las necesitaba, las necesitaba.
Debería empezar a sospechar de lo que es tan necesario:
puede ser crucial para la vida,
pero generalmente no es más que un engaño.
¿Era crucial para mi vida?
¿Pude vivir después de que todo hubiera acabado?
Sí,
pero todavía la estoy olvidando.
¿Alguna vez tu corazón ha llegado a olvidar
que debe seguir palpitando?
No lo sé, a veces noto
como si, desde que se fue ella, palpitara más despacio.
Ir más lento no es olvidar,
es recordar sin que el futuro haga daño.
El futuro ahora mismo
es lo único con lo que me siento a salvo.
Entonces es que viviste
cruelmente engañado.
Cada pelea te lo quería decir,
pero el problema de los gritos es que siempre quedan como los malos.
Y las reconciliaciones aprovechan
para seducirnos cogiéndonos entonces de la mano.
Y tú las necesitabas en ese momento, sí,
pero la vida es mucho más larga de lo que parece
cuando creemos que hemos acertado.
Lo suficiente para hacer comprender
por qué eran errores los aciertos del pasado,
por qué era mejor perder
cuando ganar era encerrarse en un triunfo sin resultado.
Ahora entiendo.
Por eso siempre acababa con heridas en las manos.
Hay caricias que no duelen
porque se camuflan tocando por otro lado
y para que no escuezan las cicatrices
es necesario que se sigan camuflando.
Hay que buscar entonces el amor
que sea perfecto sin ser necesario.

Dímelo otra vez, sí.
Me quieres, me quieres, me quieres.
No importa que diciéndomelo
me hayan engañado tantas veces.
Tú lo dices de una manera tan especial…
Podría ser mentira, pero sé que al menos mientras lo dices lo sientes.
Y yo ya me conformo con eso,
con las palabras que son verdad un segundo
aunque luego se desorienten.

Dímelo otra vez, sí.
Me gusta saber que hay al menos un segundo en que me quieres,
aunque luego se te olvide,
aunque luego nada sea lo que parece.
Pero contigo suena a verdad,
suena a que, aunque no lo digas, me quieres,
suena a que por fin he encontrado a la persona
a la que no tendría que insistir para que lo dijera tantas veces.

Pero dímelo otra vez.
Me quieres, me quieres, me quieres.
Que al menos esos segundos pueda sentir
que merece la pena que siga siendo fuerte.

¿Por qué te da pena
no haber estado conmigo cuando estuve triste?
¿No te das cuenta de que ahora estás,
ahora que era más fácil que todo empezara a confundirse?

Sí, lo pasé muy mal.
Te habría abrazado como cuando uno aún cree que es evitable despedirse.
Mis lágrimas te habrían parecido granizo
de lo fuerte que lloré para entender lo que es morirse.
Pero no importa. Eso pasó.
Parece que fue suficiente con lo que hice.
Conseguí estirar la pena para que, aun durando más,
cada día fuera una dosis asumible.
Y cuando ya empezaba a ser demasiado larga,
cuando ya estaba harto y empezaba a arrepentirme,
cuando cada día era una prueba más de lo tonto que es vivir,
apareciste.

Por eso, que no te dé pena
no haber estado conmigo cuando estuve tan triste.
Tenía que superarlo yo solo
para que tú llegues ahora con fuerzas para revivirme.

Lo pasé mal, sí.
Te diría que fue terrible.
Pero que no te dé pena.
Quédate con que no hay nada imposible.
Quédate con que estás con la persona que te querrá para siempre
porque ni la muerte fue capaz de destruirle.

Soy una decepción.
Quizá te imaginas que soy valiente,
que me enfrento de verdad a mis recuerdos
cada vez que escribo que los olvidé para siempre.
Pero soy una decepción.
Lo único que se me da bien es esconderme
y conseguir que no me encuentre nadie
a pesar de que todo el mundo en mis versos podría verme.

Soy una decepción.
Sigo dando abrazos demasiado fuertes.
No aprendo a perder.
Sigo sin creer en la muerte.
Léeme lo que quieras, pero no te ilusiones conmigo.
Yo no daré la vuelta al mundo para entenderme.
Yo soy una persona que escribe
justo a la hora en la que toca ser fuerte.
Por eso siempre tengo una excusa para escribir:
un día malo, una pena, un domingo, incluso una muerte.
Cualquier cosa con tal de hacerme el normal,
a pesar de sentir que así estoy decepcionando a la gente.

Pero ahora lo digo: soy una decepción. No te ilusiones.
Que no te engañe que algún verso mío parezca conocerte.
No te fíes de mí. Soy una decepción.
Escribo en futuro el pasado y en pasado el presente.

O quizá seamos todos una decepción
y es serlo lo que nos une a todos aun siendo diferentes.
Quizá lo que más te guste de mí
es que después de todo me asuste que puedas conocerme.

Invéntame.
No me pidas que sea como quieres.
Invéntame.
Hazme una creación tuya.
Que yo sepa cuándo quieres que haga algo,
que no lo intuya.
Invéntame.
Que todo sea por ti,
que nada haga que sufras.
Si ves que no puedo contentarte,
invéntame,
que por ti puedo desaparecer de nuevo
para que me descubras.

Me paso el día dando consejos a otros
y luego no soy capaz de dármelos a mí.
Y el primero que debería cuidarse soy yo,
soy el primero que debería darse cuenta de que no basta con sobrevivir.
¡Qué pesado soy con que puedo con todo!
¡Qué miedo tengo de que equivocarme me explique qué hago aquí!
¿Cómo puedo analizar tan bien los problemas de otros?
Será porque los tengo todos dentro de mí.
«Tienes que asumir tus limitaciones», le digo a alguno.
Y yo no asumo ni que un día me voy a morir.
«Cuanto antes la olvides, mejor», le digo a otro.
Y yo la olvidé, sí,
pero no la olvidé por decisión mía,
el tiempo tuvo que tomar la decisión por mí.
«Lo importante —digo siempre—
es que hagas lo que hagas seas feliz».
Y yo no es que no haya sido feliz ni un día
es que siempre he descartado por principio vivir así.
Siempre he creído que ser feliz sería
lo que acabaría extirpándome los sueños de las ganas de vivir.

Y así voy dándole consejos a la gente,
mientras yo los esquivo para no asumir
que soy como todos, que necesito ayuda,
que puede que entienda cualquier problema,
pero que no sirve de nada si no me entiendo a mí.