Que lo mejor del mundo llegue
en el momento más inoportuno
y, aunque sepas que nadie es el culpable,
decir que es injusto.
Animarte con el sonidito del Skype,
que es como una canción sin música o un silencio con ruido.
Hablar con ella
y solo querer hablar del futuro.
Subir el brillo de la pantalla
porque, aunque allí es por la mañana,
su cuarto está oscuro.
Alegrarte cuando ves en el iphone
que han llegado whatsapps suyos
y que no te importe que tenga
solo una palabra cada uno,
que lo que de verdad te importe
es que sean muchos,
como si eso significara
que te ha querido durante más segundos.
Querer recordar todos los momentos
o quizás, mejor, no querer recordar ninguno,
porque, aunque sabes que lo vas a ganar,
por si acaso no quieres prolongar demasiado este pulso.
Decirle a tus amigos
que no es tan duro,
pero estar solo y pensar
que lleváis más tiempo separados
de lo que estuvisteis juntos.
Y por si te mira con cara de pena,
mirar al amor con disimulo,
pero en el fondo mantener la confianza
en que, aunque pueda parecer absurdo,
nunca se sabe y todo al final pasa
siempre en el momento justo.