No sé lo que tendré en el corazón,
pero parecen cuerdas,
cuerdas que al rasgarse
me susurran melodías.

No sé lo que tendré en el corazón,
pero hay palabras
que al oírlas hacen que me vibren las pestañas.

No sé lo que tendré en el corazón,
pero hay cosas invisibles
que despedazan mis pupilas.

No sé lo que tendré en el corazón
ni si tendrán otros lo mismo,
pero a veces, cuando alguien lee algún verso mío,
puedo sentir como mía su tristeza,
como si en el corazón tuviera
la tristeza de todas las personas,
como si en el corazón tuviera las cuerdas que encendieron
la música que distinguió al hombre de la nada
y le dio la tristeza suficiente
para empezar a plantearse su existencia.

No sé lo que tendré en el corazón,
pero sé que hay versos que sin duda
se parecen a lo que tengo.