Paso de mí.
A veces no me hago caso.
Me es difícil aguantarme
todo el rato.
Que sí, que sí,
que todo lo que hago al final resultará ser malo.
Que sí, que debería ser mejor,
que debería leerme todos los libros de mi cuarto.
Pero paso de mí,
que me sé poner muy pesado.
No me extraña que crea
que la gente se busca excusas para mirarme de lado.
Soy injusto.
Me exijo demasiado.
Muy pocas veces me premio.
Y luego me quejo de que la vida no premie
a los que nos esforzamos.

Lo pago todo conmigo.
Por eso a veces paso.
Me ignoro a mí mismo y no me reconcilio
hasta que no ha pasado un rato.
Al final siempre cedo
y admito que es mejor ponerse siempre en lo malo.
No es difícil convencerme:
basta con mirar a mi ventana
y ver todos los sueños que no la atravesaron.
Pero no hace falta recordarlo siempre;
no hay que ponerse tan pesado.
Es mejor a veces pasar de mí,
que el resto del tiempo me doy la razón demasiado.

Tal vez debería haber sabido mentirte.
¿Qué me habría costado decirte que podía esperar?
¿Por qué me entró tanta prisa de repente?
¿La última vez no había acabado tan mal?
No sé. Eras distinta.
Por primera vez al equivocarme no me entraban ganas de llorar.
Y además no me entró la prisa, me entraron ganas.
El tiempo y el deseo a veces se distinguen mal.
Tal vez me debería haber callado.
¿Tanto me costaba aguantar un poco más?
Pero es que era la primera vez que después de todo
me daba cuenta de lo que significaba decir te quiero de verdad.
Te lo tenía que decir. Las palabras se peleaban en mi boca
y no había ni un recuerdo que pudiera echarlas para atrás.
Bastante hice malgastando versos
para deshacerme de palabras demasiado bonitas que te pudieran asustar.
Tal vez debería haber sabido
que tú eras distinta, sí, pero que yo era el mismo que asustó a las demás
y que era probable que tú tampoco entendieras
lo que yo era capaz de imaginar tan pronto,
por mucho que esta vez fuera real

Tal vez me debería haber callado, sí,
pero no lo hice. Ya se sabe que yo lo hago todo fatal.
Pero quizá porque lo hago todo mal tú te quedaste.
Eras de las que no se asustan porque las quieran de más.
Eres de las que no temen que las quieran demasiado
porque siempre tienes dentro amor con el que contraatacar.
Y así no te asustaste cuando te dije tantas veces que te quería.
Solo dijiste que me guardara algún te quiero por lo que pudiera pasar.
No había prisa. Tú me hiciste comprenderlo
al enseñarme que lo que parecía prisa era en verdad inseguridad.
Y que si me pongo tan nervioso siempre al principio
es porque siempre me ha dado mucho miedo el final.
Pero contigo es distinto: contigo no hay principio,
porque no tiene principio lo que siempre ha sido real.

Pues sí se podía estar un año sin ella
y muchos años más sin él.
Pero o pienso que todo está ya establecido
o me da rabia pensar todo lo que la muerte me ha hecho perder.
Todo se supera;
la vida sigue avanzando más rápido cada vez.
Y ya no es la impotencia de la ausencia,
es el enfado de haber gastado un año más aprendiendo a perder.

No es que se hayan ido.
No es que ya no estén.
Es que cuando estaban, porque estaban,
la vida estaba bien.
Todo parecía completo
y sonaba muy distinto preguntar por qué.

Ahora aquello ya está lejos.
La vida, como siempre, se ha adaptado bien,
como una esponja espachurrada en la mano
que al soltarla vuelve a crecer.

Tú a tu ritmo, yo al tuyo.
No puedo despegarme de ti.
Sigue corriendo, yo te sigo.
Salgamos juntos ya de aquí.

Yo a tu ritmo, tú al tuyo.
No sé lo que entendía antes por vivir.
No darte las buenas noches
era una de esas cosas raras que se me solían ocurrir.

Tú a mi ritmo, que es el tuyo.
¿Cómo puedes estar tan enamorada de mí?
Si yo creía que esas cosas solo me pasaban
a mí cuando te conocí a ti.

Tú a tu ritmo, yo te sigo.
Tranquila, que no me despego de ti.
No soy tan tonto de dejar alejarse
a mi razón de vivir.

Yo a mi ritmo, tú me sigues.
Los dos estábamos hechos para coincidir.
Bastó que se cruzaran nuestras miradas.
No hizo falta ni que dijeras que sí.

Tú a tu ritmo, yo al tuyo.
Seguirte a ti es que tú me sigas a mí.
Nuestro ritmo es exactamente el mismo,
igual que nuestra forma de existir.

Yo no voy a poder sacarte de aquí.
No me mires con esos ojos de amor.
Me puedes querer mucho, puedo ser perfecto,
puedo incluso entender tu dolor,
pero no voy a poder sacarte de aquí;
ni siquiera podré salir de aquí yo.
Puedes creer que soy la mejor persona del mundo,
pero, aunque lo fuera, en este mundo no importa ser el mejor.
Te parezco inteligente.
Tengo respuestas a preguntas sin solución.
Pero no podré sacarte de aquí;
disimulo bien, pero algún día descubrirás que no.
Descubrirás que no puedo sacarte de aquí,
porque yo entiendo bien la vida, pero hago que se entienda peor,
porque yo doy esperanzas
para que el que al final dé la mala noticia no sea yo.
Pero a ti no te puedo mentir,
y menos si me miras con esos ojos de amor.
Si me quieres, quiéreme,
pero que no sea porque puedo calmar tu color,
que no sea porque consigo lo imposible,
sino porque hago que lo posible sea mejor,
que sea porque sé que hay cosas que no puedo,
pero por ti las hago antes de que la vida me diga que no,
que sea porque yo no voy a poder sacarte de aquí,
pero haré que sientas que es de otro sitio mi amor,
que sea porque tú tampoco me puedes sacar de aquí,
pero sabes que, si saliéramos, saldríamos juntos los dos.

Yo buscaba lejos
porque yo siempre busco lejos

No me podía creer que estuvieras tan cerca.
No podías ser tú ya ahí.
La vida nunca me era tan buena.
Por eso buscaba lejos, siempre lejos,
tan lejos que me salía fuera.
Y no estabas y no te veía, pero te necesitaba,
igual que para que salgan los cálculos se necesita que exista un planeta.

¿Cómo te vi al final?
Seguramente me rindiera.
Seguramente asumí
que era imposible que alguien como tú existiera,
alguien capaz de importarme tanto,
que tumbara en un segundo tantos años de espera,
alguien que consiguiera hacerme olvidar
la rabia de haber estado tanto tiempo andando
en la dirección incorrecta.

Te vi
porque volví a buscar cerca,
en ese cajón donde uno guarda las cosas importantes
y ya no busca en él porque no puede estar ahí lo que no se encuentra,
porque es imposible que esté ahí,
es demasiado bueno para no darse cuenta.

Y estabas ahí,
tan cerca,
Y ahora estás aquí.
Y la vida me alegra.
Y ya no busco nunca lejos
porque todo lo que busco sigue estando cerca.