¿Cómo se puede vencer
a la terrible idea de que se va a morir?
De muchas formas:

Cantando,
con la extraña felicidad
de saber que se está vivo
y no saber por qué.
Con esa sonrisilla maliciosa
del que cree que no merece lo que tiene
pero disfruta con ello.

Escribiendo, leyendo.
Comprobando que todos tuvieron la muerte al fondo
y la vencieron,
dejándose caer en lo bonito que es hacer cosas
sin ningún motivo,
porque sí,
porque estamos vivos.

Riendo, sobre todo riendo,
como el loco que se ríe
atravesado por flechas.
Así se ve lo poco que importa cualquier idea
y más la idea de la muerte,
que es la única que ya no sabremos si era cierta,
y si lo sabemos
querrá decir que la muerte
solo es un paso
de un lado a otro
donde ya no haremos caso
a las locas ideas
inventadas por el hombre
para hacer más épica la vida,
aunque ello haya implicado
temer a la muerte.

¿Cómo vencer a la muerte?
Cantando, riendo,
sabiendo que no se pierde nada.
Y si se siente que se pierde
es porque todo lo que aparenta ser un final
suena a derrota.

Yo la venzo escribiendo
porque así se ve más claramente
que todo no es más que palabras en un papel
y que el precio de disfrutar de la vida
es ser conscientes de que se muere
y el precio de amar
es que el final sea siempre triste y duela.

Si hemos decidido ser así
aceptemos lo que venga
riendo
porque al fin y al cabo ya se sabe
que los más tristes finales
son los que han tenido las historias más bonitas,
los que demuestran
que da igual cuándo llegue
porque por el mismo precio
nos dan la posibilidad de vencer cualquier dolor
y de completar con recuerdos
las historias que se acaban demasiado pronto.

(Qué raro es el cumpleaños de alguien cuando de pronto no cumple un año más)

Que quedaba algo, decía,
que quedaba algo del que muere.
¡Qué iluso! ¡Queda más!
Porque se recuerda más al que está ausente,
porque se sueña más con la persona
y parece como si los sueños tuvieran más relieve,
porque ahora ponemos más ahínco al hablarle
porque no sabemos si nos entiende.
Queda más porque hay personas tan buenas
que aun cuando se mueren
siguen dándonos la mano
si notan que la vida nos duele.
Queda más porque en su torpe bondad no se dan cuenta
de que ahora sentirles escuece,
ahora tocarles nos hace sentir más solos
porque sabemos que pueden acercarse, pero no vuelven.
Sentirles nos hace dudar
si cogerles fuerte de la mano
o dejarles ya que se vayan para siempre

Porque estoy triste te escribo y porque quiero pensar
cosas tristes esta noche, porque ya no puedo más:
una carta al infinito que nunca recibirás.

Sí, fue un crimen, no fue justo que te quisiera dejar:
Te marchaste en mil tormentas de silencio y soledad.

Yo te miraba en la sombra, yo te veía partir:
Te alejabas, te alejabas… ¡y te alejabas de mí!

Las lágrimas, los lamentos… Esos vinieron después,
en noches de estrellas negras, que las recuerdo muy bien.

¡Ay las olas de recuerdos de una noche que perdí!
Sensaciones endiabladas se apoderaron de mí.

Y te eché, lo reconozco, te eché porque estaba loco,
porque hay días en los que ni yo mismo me conozco.

Y ahora el viento de tus ojos, que ya nunca serán míos
me trae de la lejanía pensamientos tan sombríos…

¡Ay la dicha de tenerte abrazada junto a mí!
Nosotros que descubrimos lo que nadie imaginó.

En noches de soñolencias yo te lloro porque sí.
En esas noches terribles no me mato porque no,
porque, desgraciadamente, nadie se muere de amor.

De Tras de la huella (cuerpo y alma)
José María Romeu. 1971