Se van mis manos fuertes quedando sin respiro
y el soplo de mi alma pierde su inocencia.
¿Quién va? ¡No le conozco! ¡Es un extraño
que se adueña de mi cuerpo con violencia!
No soy quien fui, quien un día te amara.
Perdí por el camino todas mis reservas,
mis recuerdos de ti, mis estrellas en el cielo
se perdieron todas en la soledad más negra.
No soy quien fui, pero, ¿quién soy si no te amo?
A las puertas de la vida mi nombre te recuerda.
Mi nombre ya no es nada si tú no lo susurras
si tus labios no acarician cada una de sus letras.
Se va mi corazón derritiendo poco a poco;
mi alma, un bulto más, duerme arrugada en la maleta.
Ya no soy quien era. ¡Me robaste! ¿Dónde me escondes?
Ya que no soy quien soy, déjame al menos ser quien era.
Estoy vacío. Tú llenaste mi casa con tus cosas
y ahora ni siquiera tengo mis antiguas penas.
Por eso aprieto fuerte las manos contra el cielo
y odio como nunca a la poesía traicionera
y quisiera borrar todos los versos que te honran
para que en la distancia nunca más te quieran.
Es el final. No tengo nada. Sólo tenía estas palabras
y las desterré a este papel para que no vuelvan,
para que no me recuerden a ti alguna noche
cuando por fin consiga ser quien antes era.
Ya ves, prefiero estar vacío, sin soledad, sin letras,
antes que volver a dejar
que el amor se olvide de quién era.