Cuando el cielo vuelve al cauce del deseo
y las estrellas solo son piedras en el fondo.
Cuando el corazón navega con la soledad del viento
y aunque navega entre las flores, navega solo.
Entonces, no hay corazón que alumbre el cielo,
no hay mirada que se gire y diga todo,
no hay recuerdo que aún parezca verdadero,
no hay silencio de cristal que no esté roto.
Y uno empieza a comprender que en la vida
los ángeles solo son ángeles cuando están lejos
y una estrella que titila
puede llevar muerta mucho tiempo.
Y el cielo vuelve al cauce del deseo
y, a veces, el deseo se convierte en certidumbre
y, poco a poco, van perdiendo los secretos
su belleza cuando el viento los descubre.