A veces me gustaría dejar de comprender,
igual que los animales,
y que lo bello fuera inútil para mí
como lo son los fuegos artificiales.
Me gustaría a veces no entender,
como le pasa a los ríos,
y así olvidar que los cauces que recorro
estarían sin mí mejor, vacíos.
A veces me gustaría no tener
ojos como, yo qué sé, los mirlos,
no porque ya no quiera luz
sino para no poder ni siquiera abrirlos.
A veces me gustaría no pensar,
ser como una roca,
y así no estremecerme cada vez
que tu mano me hace daño pero no me toca.