Y no puedo, y no puedo
y siento que no puedo.
Siento que la gente se me va.
Siento que la gente
no entiende lo que pasa,
que protesta pero no comprende,
que se queja y después se olvida,
que se conforma con vivir bien
y solo se pregunta lo que les preguntan.

Y no puedo, no puedo,
no puedo dejar de preguntarme
para qué vale todo,
por qué hay tantas cosas que le gustan a la gente
y que a mí me dejan completamente indiferente,
por qué a la gente no le gusta lo que digo,
por qué a veces me parece que están todos contra mí.

Y no puedo, y no puedo,
pero muchas veces me dicen que sí puedo
y muchas veces me olvido de todo y me pongo a vivir,
y me dejo convencer de que se puede.

Pero no se puede,
no se puede vivir con tantas preguntas,
al menos mientras siga habiendo tan pocas respuestas,
escondidas entre millones de respuestas
cada vez más rápidas,
y cada vez más modernas,
pero cada vez más inútiles
y cada vez más lejos de la vida,
o lo que sea este raro espacio
en el que un día nos empezamos a mover.

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