Que el amor sea eterno
es lo mismo que escribir cien veces seguidas
tu nombre en mi cuaderno.
«Amémonos siempre».
¿Para qué?
Si a mí me bastó con aquel noviembre.
«Que se detenga el mundo…»
Y yo te pregunto:
¿de qué nos sirve estar juntos,
si no nos empujan hacia el final los segundos?
¿de qué nos sirve, si en lo eterno
solo recordarán nuestro amor
la muerte y mi cuaderno?
¿de qué, si ya duró para siempre
el beso que te arrebaté en aquel infinito noviembre?
Hagamos, en fin, si quieres,
que el amor sea eterno
pero, por favor,
que parezca durar lo mismo que duró
aquel invierno.
Hermoso. Te sigo.