Se llora por cosas por las que no merece la pena llorar.
Se llora por gente que no nos quiere.
Se llora por equivocación,
por el empeño de creer que es bueno lo que uno quiere.

Se llora en silencio.
Se llora por gente
que o no puede volver ya
o que ya no quiere.

Se llora en secreto,
como si no se permitiese,
como si supiéramos ya
que hay gente que no se lo merece.

Se llora, sí,
se llora por equivocación la mayoría de las veces.
Pero si se llora es por algo,
es quizás porque cambiar escuece.

Y si encima al cambiar perdemos algo
duele mucho más, con más fuerza duele,
porque nos quedamos solos y ya no está
quien antes, aunque fuera engañados, nos hacía fuertes.

Mi novio no me hace nada
si antes no apaga la luz
(Mi novio es bobo de Nacho Vegas y Free Reega)

Acércate.
Ven a darme un beso,
pero apaga la luz antes,
no vayas a ver mis sentimientos.

Que no te asuste mi tristeza,
aún soy capaz de querer, creo.
Por si acaso no mires, no toques,
quizás tampoco a ti te guste que sea demasiado bueno.

Apaga la luz, que me da vergüenza
que veas mis defectos,
que levantes mi corazón
y veas escondidos debajo demasiados recuerdos.

Ven a darme un beso, sí,
pero apaga la luz primero.
Y cierra los ojos.
No mires muy dentro.

O quizás, antes de que te asustes,
mejor no vengas a darme un beso,
que siento que ni apagando la luz
te apetecerán mis sentimientos.

NANA DE LA PRINCESA

Se dormirá la princesa. Se dormirá
entre almohadas de nubes
y sábanas de mar;
entre cisnes que nadan
en lagos de cristal.

Se dormirá la princesa. Se dormirá
entre estrellas fugaces
y sueños de coral.

Se dormirá la princesa. Se dormirá
y sus labios juguetones
se irán a otro lugar.

Se dormirá la princesa. Se dormirá
y soñará con un príncipe
que siempre la amará.

Se dormirá la princesa. Se dormirá
en un colchón de plumas
y de felicidad.

Se dormirá la princesa. Se dormirá
y el príncipe entonces
dejará de cantar

Ya bosteza la princesa.
Ya bosteza
su boquita de cereza.

Ya bosteza la princesa.
Ya bosteza.
Dejémosla que se duerma…

Ya no llora la rosa.
Ya no lloran
sus pupilas rojas.

Ya no llora la rosa.
Ya no llora.
Dejémosla que ría ahora…

Ya navega lentamente
el cisne por la fuente.
Ya no siente.

Ya se aleja dulcemente
el cisne por la fuente.
Dejémosle que se aleje…

¿Cómo se puede vencer
a la terrible idea de que se va a morir?
De muchas formas:

Cantando,
con la extraña felicidad
de saber que se está vivo
y no saber por qué.
Con esa sonrisilla maliciosa
del que cree que no merece lo que tiene
pero disfruta con ello.

Escribiendo, leyendo.
Comprobando que todos tuvieron la muerte al fondo
y la vencieron,
dejándose caer en lo bonito que es hacer cosas
sin ningún motivo,
porque sí,
porque estamos vivos.

Riendo, sobre todo riendo,
como el loco que se ríe
atravesado por flechas.
Así se ve lo poco que importa cualquier idea
y más la idea de la muerte,
que es la única que ya no sabremos si era cierta,
y si lo sabemos
querrá decir que la muerte
solo es un paso
de un lado a otro
donde ya no haremos caso
a las locas ideas
inventadas por el hombre
para hacer más épica la vida,
aunque ello haya implicado
temer a la muerte.

¿Cómo vencer a la muerte?
Cantando, riendo,
sabiendo que no se pierde nada.
Y si se siente que se pierde
es porque todo lo que aparenta ser un final
suena a derrota.

Yo la venzo escribiendo
porque así se ve más claramente
que todo no es más que palabras en un papel
y que el precio de disfrutar de la vida
es ser conscientes de que se muere
y el precio de amar
es que el final sea siempre triste y duela.

Si hemos decidido ser así
aceptemos lo que venga
riendo
porque al fin y al cabo ya se sabe
que los más tristes finales
son los que han tenido las historias más bonitas,
los que demuestran
que da igual cuándo llegue
porque por el mismo precio
nos dan la posibilidad de vencer cualquier dolor
y de completar con recuerdos
las historias que se acaban demasiado pronto.

Se te oía un silbido en el corazón.
¿O era un lamento?
No era el indicio de una enfermedad.
Se notaba en el silbido un sentimiento.

¿Era grave? No lo sé.
No te dije nada, pero te abracé y te di un beso.
Yo también sé lo que es estar con la persona más querida
y aun así sentir tristeza y miedo.

Ahora pienso en ti y recuerdo con qué pena
el silbido se me metió por el cuerpo,
con esa pena tan vacía
que da el dolor ajeno,
ese dolor que recuerda que hay cosas inevitables
por mucho que otra persona vaya a nuestro lado y la abracemos.

El silbido en tu corazón me hizo recordar
la incertidumbre que todos tenemos
por cosas que al final seguramente no sean nada,
pero que ni un fuerte abrazo consigue a veces que las olvidemos.

Si fuera un poco más fácil (canción)

Si fuera un poco más fácil decirte que te quiero
si en besarte los labios hubiera sido yo el primero
si el miedo no hiciera abismos en tus manos
no sería verdad que nos amamos

Si estuviera seguro de que el amor es verdadero
si estuvieras segura de querer darme el mundo entero
si todos los recuerdos camufláramos
no sería verdad que nos amamos

Por querer darlo todo
por querer tocar el sol
por dejar demasiadadas cosas en la habitación
por evitar no dejarlo
nos podemos dejar el amor.

Si solo hubiera sonrisas en tu pecho
si ninguno tuviera ningún defecto
si escondiéramos los celos
por miedo a hacernos daño
no sería verdad que nos amamos.

Por querer darlo todo
por querer tocar el sol
por dejar demasiadadas cosas en la habitación
por evitar no dejarlo
nos podemos dejar el amor.

Si el amor fuera solo el calor de tu pecho
y nuestra única puerta solo fueran los celos
si solo nos dedicáramos a mirarnos
no sería verdad que nos amamos

Has vuelto.
Yo sé que no, pero has vuelto.
Te noto en una idea
que me llega justo a tiempo.
Te noto sin que estés,
en todos mis recuerdos.

Algunos dirán que no,
que no vuelven los muertos.
Claro que no vuelven como ellos piensan.
Eso podría dar hasta miedo.
Como vuelven es de la forma perfecta
para ayudarnos sin quitarnos méritos,
como volveríamos cada uno de nosotros
para seguir queriendo.

No. No. No.
No más frasecitas ingeniosas
que no hacen más que seguir mareando la perdiz.
O, al menos, no solo esas frases,
esos versos sin fecha de nacimiento,
sin lugar de origen porque están en todas partes.
Hace falta escribir con ganas
o no escribir.
Escribir creyendo haber hallado la manera
de curar un pensamiento,
de encontrar por fin de dónde viene el ruido
y no taparlo con ingeniosas —a veces— melodías,
con juegos de palabras.

No. No. No.
Eso solo sirve para seguir igual de felices,
en esa felicidad dicharachera
supuestamente ingenua, pero tan soberbia
como el que desprecia todos los momentos
que los poetas del pasado
han dedicado a entender la realidad por nosotros,
por la ciencia
y por todos los que siguen insistiendo
en que se nos puede describir con palabras,
con versos viajeros.
Es hora de empezar a mirar los huecos
supuestamente vacíos
de los que en nuestra mayor parte estamos hechos.

Eso es.
Somos el medio por el que se manifiesta lo transparente.
No sé si será gracias al lenguaje
o si el lenguaje no hace más que dejarlo patente.

No sé cómo lo hemos hecho,
si nos eligieron o si surgió de repente.
No lo sé, pero somos la pantalla
en la que se ve lo transparente.
A veces está distorsionado,
a veces no se entiende,
pero así al menos se sabe
que está presente.

Es eso y no otra cosa
lo que debería preocupar a la gente,
lo que habría que estudiar
para entenderlo completamente.

Eso es.
Por eso la poesía a veces duele.
No porque hable de amores perdidos
o de la muerte,
sino porque habla de cosas que creemos atrapar
pero que aún se nos resbalan y se pierden,
porque nos invita a creer,
pero aún le falta una prueba concluyente,
el verso que se pueda ver
aunque todas sus palabras sean transparentes.