¿Te ayudo a subir? ¿Puedes?
Yo he subido aquí mucho.
Me subo cada vez que no entiendo nada,
lo cual me pasa a menudo.
No suelo subir con nadie.
Vengo cuando estoy enfadado con el mundo,
cuando no entiendo por qué quiere tener a alguien como yo
que se lo debe todo, pero que no quiere seguir siendo suyo.
Mira qué vistas. ¿No te parece
que se ve todo más claro desde aquí, desde el futuro,
sin la presión de tener que vivir,
viendo los supuestos fragmentos de nuestras vidas todos juntos?

¿Te quieres bajar ya?
Yo suelo estar más tiempo cuando subo.
Me gusta quedarme mirando cómo no pasa nada.
Pocas veces me aburro.
Pero lo entiendo:
no es cómodo ver cómo es todo de absurdo.
Yo por eso cuando bajo trato de olvidarlo
y, si no puedo, disimulo.

Vuelve a subir cuando quieras.
A veces viene bien saber lo que es uno,
viene bien irse al final del todo
para entender que todos los puntos son como el último.
Yo hoy me quedaré un rato más,
pero estoy bien; es solo que a veces me asusto,
me creo demasiado que avanzamos al vivir
y no entiendo que no hasta que no vengo y me subo.

Un día digo una cosa
y otro día digo otra.
Parece que no me aclaro con mis poesías.

Es que es precisamente eso,
hay que explorar todas las partes de la vida.
Hay que taparse la nariz a veces
y escribir aquello a lo que ni de pequeño te atrevías.
Hay que pegar patadas a todas las paredes
para saber cuál no estaba ahí cuando las lágrimas
todavía sonreían.
Hay que odiar y amar,
hay que meter mucho la pata algún día.
Hay que dejarse llamar toda una noche
y poner la excusa de que con la oscuridad no se oía.
Hay que decir completamente lo contrario de lo que uno piensa
para saber cómo somos cuando destrozamos todo lo que nos esclaviza.
Hay que contradecirse, pellizcarse,
reírse con las pesadillas.
Hay que volverse loco leyendo un libro
y dar miedo por tener demasiado grande la sonrisa.

 

Así se estira todo de tal forma
que es luego más fácil caber en la vida
y podemos ser normales sin que nos rocen
los zapatos que nos obligan a ponernos el primer día
para que no notemos con los pies descalzos
que la vida casi siempre por debajo está bastante fría.

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Me voy a vengar escribiéndote.
Te vas a enterar a base de palabras
Vas a ver que no estar conmigo
es perder la oportunidad de entender el alma.

Voy  a desmontar con versos a aquellos
que se atrevan a destruirme al rozarte en la distancia.
Voy a encontrar todas las letras que nos unen
para que inevitablemente sientas que me pronuncias al pronunciarlas.

Me voy a vengar escribiéndote.
Te voy a lanzar tantos versos a la cara
que tendrás que quererme
tendrás que reconocer que no es verdad
que escribir no valga para nada.

Me voy a vengar.
Lo siento, pero voy a hacer trampas.
Ya que el amor no entiende de personas,
tendré que convertirnos en palabras.

Tú lo has querido.
Yo te di todo lo que sé que hacía falta.
Pero te aliaste con la vida.
No sabías que a la vida siempre la destrozan las palabras.

Esta es una de esas noches
en las que la poesía me aplasta.
¿Quién soy yo para escribir?
¿Quién me creo yo para poder hablar del alma?

Esta es una de esas noches
en las que solo el amor me respalda,
en las que si no fuera porque existes
pensaría que después de mí no quedaría nada.

Esta es una de esas noches
en las que lo bueno naufraga,
en las que escribo con la mano dormida
mientras el corazón mira de reojo ya a la cama.

Es una de esas noches
en las que la vida se acaba,
un libro más que termina
una oportunidad menos
para no tener que arrepentirme mañana.

Esta noche
solo el amor me respalda;
solo él me da la razón
de que estuve triste porque hacía falta.

No me gusta el amor con excusas.
No me gusta que me sepas explicar bien
por qué me has dejado de querer un rato.
No me gusta porque me lo creo,
porque perdonar me es muy fácil cuando estoy enamorado.
Y lo malo es que al final no es perdonar,
es llegar a un acuerdo para que el orgullo esté callado.
Y eso luego sale
y es un motivo más para sentir que sigo sin aprender con los años.

No me gusta tener que entenderlo todo y sonreír;
prefiero sonreír porque estamos de acuerdo en algo,
prefiero que entendamos juntos la vida,
por mucho que el tiempo siempre opine lo contrario.
No me gusta que lo compliques todo
y que no sea al menos para darle esquinazo a tu pasado.
No me gusta que puedas controlar cuándo me quieres,
que quererme no te lleve agarrada de la mano.

No me gusta porque desde que te quiero
ni se me ocurre dejarte de querer un rato.
No me apetece.
Si te quiero es porque solo soy feliz cuando estoy a tu lado.
Si tú pones excusas
será porque no has encontrado en mí lo que yo en ti sí he encontrado.
Pero de momento me creo tus excusas,
que tengo que dejar de quererte antes de aceptarlo,
antes de aceptar que no eres tú,
que tenía razón otra vez mi miedo a intentarlo.
Debo dejar de quererte antes, sí,
es lo necesario,
no vaya a ser que las lágrimas vuelvan a impedirme entender
que encontrar no siempre es llegar a lo que se estaba buscando.

Y yo qué sé si se puede cambiar la vida,
pero vamos a intentarlo.
Vamos a ser los que siempre hemos sido
nada más cerrar la puerta de nuestros cuartos.
Vamos a darle la vuelta a todo.
Total, ¿qué más puede pasarnos?
Hagamos que la vida se amolde a nosotros.
¿Por qué tenemos que ser nosotros los que nos amoldamos?
Pero no te creas que es porque sé que se puede.
Yo nunca lo he intentado.
Nunca había encontrado a nadie por quien mereciera la pena
estallar el futuro contra la cara del pasado.

Vamos a intentarlo, sí,
y que la vida ni se entere de que la hemos cambiado.
Vivamos como siempre hemos querido
y veamos si teníamos razón cuando llorábamos.
Cambiemos la vida a nuestro gusto,
que no nos asuste amenazándonos con separarnos,
que no tenga autoridad en nuestro mundo,
donde la primera regla es ir siempre cogidos de la mano.

Y yo qué sé si se puede
o si como siempre estoy desvariando,
pero solo por haber escrito esto
sé que ya he conseguido arrinconar a la vida un rato.

Me hace falta más;
no me basta con acariciarte.
Sé que es lo que hacen los demás,
pero yo necesito explorar tu sangre.
Necesito ser parte de tus venas;
también por dentro necesito abrazarte.
Puedo escribir y calmarme un rato,
pero necesito que tu piel también me atrape.
Hasta quiero ser tú,
quiero que nuestras células se solapen.

Me hace falta más;
me hace falta asaltarte.
Cada milímetro que nos separa
siento que es tiempo que se nos cae.
Necesito que este abrazo
nunca acabe.
Me duele hasta dormir.
Yo quiero que me sueñes soñándote,
que nada me pueda separar de ti,
que ni siquiera puedan encontrarme,
que crean que somos solo una persona
y que solo tenga que salir de ti para besarte.

Me hace falta más;
me hace falta dejar de llamarte,
que pensemos en nosotros los dos a la vez
y que no se entere nadie.

No te voy a dejar de querer.
Pero te voy a dejar de hablar, sí.
Ahora podré quererte a gusto,
aunque sea sin ti.
Ahora no tendremos que pelearnos
por el sitio adonde ir.
Ahora te podré contar lo que yo quiera,
porque como siempre será contármelo a mí.
A ti ya no te servirá para nada,
pero a mí me encantará quererte así.

Porque no te voy a dejar de querer.
Ya descubrí
que eso es imposible hasta que no pase algo de tiempo.
Primero tengo que dejar de existir.

Y por eso te voy a dejar de hablar.
Inténtalo todo lo que quieras. Ya no estaré aquí.
Me habré escondido donde dicen
que no es tan fácil creer que uno es feliz,
donde el tiempo no pasa más rápido,
pero no deja ni un segundo de alejarse de ti.
Allí encontraré el punto exacto
donde se cruza el futuro con las ganas de morir.
Y así no dejaré de quererte, no;
o quizá deje de quererte, sí.

¿Te dolió que me fuera?
No me fui.
Simplemente dejé de darte
lo que nunca debió haber sido para ti.

¿Te dolió que me fuera?
No aguantaba más así,
acostumbrándome a la idea
de que querer no hace feliz.

¿Te dolió que me fuera?
¿Sabes hacía cuánto me quería ir?
Mucho antes de que te dieras cuenta,
la primera vez que comprendí la cantidad de cosas
que caben en un sí.

¿Te dolió que me fuera?
Mucho más me dolió a mí.
Aún dudo si irme fue la mejor decisión posible,
pero al menos sé que tuve el valor
de decidir por fin.