Era imposible.
Era como empezar un videojuego nuevo
otra vez.
Era imposible.
No había hueco.
Yo me había hecho ya
demasiado viejo.

Era imposible.
Aún sigo sin entenderlo.
Fue como el problema que después de muchas vueltas
con facilidad, sin saber cómo, se acaba resolviendo.
Como el mueble
que en giro extraño pasa por un minúsculo hueco.

De repente yo era joven
y los años se expandieron.
De repente empecé a jugar otra vez,
de repente nos queremos hace tiempo.
Y es imposible aún, pero ahora es cierto.
Eres lo poquito de posible que hay en todo lo imposible
y…
¡y te quiero!

IMG_20150722_184138

Nunca, nunca otros besos te besarán así
Sara Hübner

¡Cuánta gente advierte a quien le deja
que no encontrará un amor tan grande en otros!
Habla su corazón enrabietado
de que le dejen solo.

¡Cuánta gente amenaza al despedirse
con irse para siempre!
Pero se deja, simulando olvido,
el corazón por si vuelve.

¡Cuánta gente termina convencida
de que solo su amor fue el verdadero!
Y puede ser verdad,
pero lo cierto
es que da igual si fue el mejor:
el que realmente gana es siempre el tiempo.

¡Ay! ¡A cuántos encandila el tiempo!
¡Con qué facilidad se curan muchos solo con vivir!
El tiempo nos sabe decir siempre
exactamente lo que queremos oír.

Pero más valdría detenerse.
Comprender que solo ama el que sabe esperar,
al que no le importa haber desperdiciado amor con otros
porque eso no era realmente amar.

Seguiremos juntos, pues,
que al final todos nos parecemos.
Serán distintas las hormonas,
pero es fácil
afinar cualquier instrumento.

No importa que cada uno tenga el suyo,
siempre es mejor
si se comparte el peso.

Cuando estemos bien
reiremos juntos
y cuando estemos mal
nos besaremos.

Prometo por primera vez
no estropearlo todo
con mis razonables sentimientos.
Prometo dejarme querer.
Prometo hablar también despierto.

Seguiremos juntos, pues,
¿para qué seguir buscando
lo que ya tenemos,
lo que no puede ser mejor
porque es perfecto?

No importa que se marchiten
los adjetivos con el tiempo.

No importa que los adjetivos
no tengan sentido
en una esfera donde todos al final
nos parecemos,
en la que no hay nada mejor
que estar contigo
porque contigo
es menos triste tener miedo,
en la que todos sois iguales
pero tú eres distinta de ellos.
Una esfera
en la que no hacen falta adjetivos,
en la que basta un pronombre y un verbo.

Seguiremos juntos, pues.
Juntos, pues, seguiremos.

No puede ser como darle a un interruptor
sin más.
No puede ser morirse de repente,
dejar de estar en un instante
que de pronto nuestra propia vida ya no nos recuerde.
No puede ser.
No puede.
Debe haber una puerta secreta,
una puerta que nos lleve
a escondidas de la gente a otro lugar
donde pase al fin a ser recuerdo nuestra muerte,
donde todo siga igual,
donde lo único diferente
sea haber perdido el miedo
a que nos apague un día un interruptor
de repente.

¡Qué cerca está aún el día en que te fuiste
y tú qué lejos!

¡Qué cerca está tu mano de la mía
y tú qué lejos!

¡Qué cerca estás tú todavía
pero qué lejos… qué lejos!

¡Qué tremendamente asimétrico
es el tiempo!

¿De verdad me quieres?
Si soy el viento
que a veces tiene fuerza,
pero luego se calma
y nadie sabe dónde está.

¿De verdad me quieres?
Si soy el fuego
que abrasa con sus llamas,
pero requiere para eso
algo que quemar.

¿De verdad me quieres?
Si soy el agua
que limpia y que refresca,
pero si no se controla
lo inunda todo y puede ahogar.

¿De verdad me quieres?
Si soy la música
que un día calla
y estridente te recuerda
el silencio que antes
no te hacía llorar.

¿De verdad me quieres?
Si soy la extraña visión de la vida,
el que te llevará a un mundo fantástico
del que solo yo
te podré sacar.

¿De verdad me quieres?
Si soy el amor que te amará siempre,
sabiendo que no siempre
le será posible amar.

¡De verdad me quieres!
Porque el viento, el fuego, el agua,
la música, mi extraña visión de la vida,
mi amor terrible,
no hacen más que intentar asustarte
y tú no te vas.

El sol saluda a la noche
que cuidadosamente lo tapa
con su colcha de fina plata
y luego se mete en su bote.

Un bote que pronto partirá
para llegar al mar
y ahí volver a nacer
el sol que tanto ilumina
de luz, abrigo y amor
porque la madre del sol, la noche
enseña a su hijo amado
cómo amar sin recibir
más que el reflejo del agua.

Madrid, 29 de diciembre de 1997.

Como el niño que llora
en su cumpleaños.
Bien dicho.
Como el que consigue lo que quiere
y aún siente que le falta todo.
Así estoy.
Así voy desplazándome
de una época en la que me convencí
de que lo mejor era estar solo
a una época en la que no entiendo
cómo pude estar solo tanto tiempo.

Y así estoy, bien dicho.
Como el niño al que la desazón se come
cuando por fin consigue
todo lo que quiere,
como si se perdiera todo con ello,
como si restara.
Como si el día más feliz fuera el más triste
y amar no fuera sino el comienzo
de empezar a tener miedo de perder.

Aquellas tristes súplicas de tu corazón,
¿qué son ahora sino signos de interrogación?

Ha llegado el momento.
¿Por qué te cojo de la mano?
¿No sabe todo el mundo ya
que es peor dejar que ser dejado?

La decisión es mía
sé que quedaré yo como el malo.
No importa. Tú llorarás y yo disimularé
que por dentro me quedo destrozado.

Ha llegado el momento.
No es que no me hayas gustado,
es que el amor es terrible:
todo sale peor si estás enamorado.

Sí. La decisión fue mía.
Y si la tomé, sería por algo.
Pero ahora ya no estás y me parece
haber retrocedido a aquellos años.

No sé si me arrepiento…
Cada beso me recuerda que te alejé yo de mi lado.
Tú en cambio no te habrás arrepentido nunca,
cada beso desde entonces te habrá reconfortado.

Por eso, tú eres tan feliz ahora
y yo en cambio a veces tengo días raros.
Y aun así, al verme habrá a quien le complazca
que el destino se vengue y deje solos
a quienes vamos por ahí dejando a otros destrozados.