No me mires así.
Yo ya no puedo hacer nada.
Podría decirte que ya no te quiero,
pero hay verdades que, por si no lo son,
es mejor no nombrarlas.

Sé que antes podía
hacer realidad todo lo que me susurrabas,
pero era porque quería,
porque entonces no ser yo no me costaba nada.

Así que ahora no me mires así.
Tus ojos ya no son las ruedas de mi alma.
Mi alma ahora sabe andar sola,
a pesar de que nunca había estado mejor acompañada.

Y tú,
busca al que sepa aguantar tu mirada,
al que sepa seguir siendo él
aunque tengas ojos que atraviesan almas.

Pero si soy capaz de saber que te pasa algo
aunque me escribas exactamente lo mismo que otros días.
Cómo quieres que no note en tus ojos
que te he dicho algo que no debía.

Si soy capaz de detectar manchas
en el vaho que dejas en la ventanilla del coche.
Cómo quieres que no note en tus ojos
que un «para siempre» excluye irremediablemente algunas noches.

Si soy capaz de morirme
para estar seguro de empezar de nuevo.
Cómo quieres que no agache los ojos
y torture, hasta encontrar al culpable, a mis sentimientos.

Soy capaz de todo.
No te calles, por favor, ni empieces a mirar de lado.
Mírame a los ojos y dime qué te pasa
que haré lo que haga falta para solucionarlo.

Me va quedando poco corazón.
Lo voy notando.
Por eso que no se lo dejen otros
me enfada tanto.
Tengo extrañas palpitaciones
que no tenía hace unos años
cuando aún no había arrancado con palabras
tantos sentimientos enquistados,
como si el alma no encontrara lo que busca
en el sitio de siempre al estirar la mano.

Me va quedando poco corazón
No sé si debería terminarlo.
Me da miedo que no quede ningún otro
que al escribir trate de transmitir algo,
que con un solo verso dé ganas de vivir,
aunque el verso sea triste y no sea largo,
alguien que de verdad tenga algo que decir
porque sabe dónde tiene los sentimientos clavados.

Me va quedando poco corazón…
¡Qué poco corazón me va quedando!
Lo noto con solo ponerme
en el pecho la mano.
No sé si algún poeta podrá ya devolverme
aunque sea un pequeño pedazo
de todo lo que por entender la vida
yo me he ido arrancando.

Lo descubrí por esas fiestas
de las que solía salir triste porque no había gustado a nadie.
Lo descubrí cuando una me dijo
que se había fijado en mí en esas fiestas
en las que yo miraba a todas partes.

Descubrí que casi todo depende de nosotros,
de cómo queremos que la vida nos trate,
de cómo queremos responder al mundo
sabiendo que el mundo sabe lo que sabe.

Y así dejé de creer que lo sabía todo,
dejé de sentirme mal por querer creerme demasiado poco importante.
Empecé a darle importancia a quién era yo
y empecé a concentrarme en lo que de verdad
tenía algún dato que aportarme.

Y así vi tus ojos.
Y así me atrapaste.
Y así comprendí que para entenderlo todo
no hace falta mirar a todas partes.

Y así ahora siendo el mismo
voy mirando al suelo por la calle
temiendo gustar a alguien que me mire
porque ahora solo a ti quiero gustarte.

Todo depende de nosotros,
pero a veces qué difícil es sentirse importante
si no viene alguien que nos quiera
y, para que sintamos que importamos, siempre nos acompañe.

¡Cómo explicarte que estar triste
no quiere decir que no te quiera!
¡Cómo convencerte de que mi miedo a perder
no significa que vivir no merezca la pena!

Lo sé; mis manos tiemblan
como todo lo inestable tiembla.
Lo sé. Soy capaz de llenar
el beso más bonito de tristeza.

Pero no. No es la misma tristeza de los otros;
mi tristeza no está llena de experiencias.
Mi tristeza está llena de días para ti
que me hacen querer explicarte por qué se empieza…
por qué se empieza… por qué todo empieza a ser
sabiendo lo probable que es que muera,
por qué queremos crear algo bonito
sabiendo que cuanto más lo sea
irremediablemente acabará
de una más brutal manera.

Si pudiera convencerte
de lo mucho que demuestra que te quiero mi tristeza.
Si supieras lo que estoy haciendo.
Si supieras que así busco cómo hacer que el amor no muera.
Si supieras que por eso me tiemblan las manos,
que por eso doy besos que parece que no empiezan.

Sé que es difícil de entender,
pero yo haré que lo entiendas.
Haré que entiendas que estar triste
no quiere decir que no te quiera,
es solo mi manera de concentrarme para resolver la vida
para que así no empiece y así no muera.
Si estar triste es la forma de estar juntos para siempre,
soportaré temblando por ti
hasta la tristeza que da siempre todo lo que empieza.

Hacía tiempo que no me sentía así:
raro, pero querido.
Sé que todo depende de mí,
pero es un alivio.
No me ha hablado nadie más que otros días,
puede que ni siquiera nadie me haya escrito,
pero he sentido como si encajara,
con ese derecho a vivir que sentía cuando era niño.

Y ya hacía tiempo que no me sentía así.
Puede que desde aquel primer suicidio,
cuando quise dejar de vivir
porque se me cayó al suelo el puzle casi terminado
de todo lo que había aprendido.

Hoy sin poner ninguna pieza especial,
o no al menos de las que dan sentido,
hoy, aunque he puesto una típica pieza de cielo
he vuelto a sentir el apoyo que a todos se nos da siempre al principio.
Quizá la pieza terminaba el puzle,
quizá ahora empiece a sostenerme todo por lo que he sufrido,
quizá era verdad que todo pasa por algo,
pero su figura no se ve hasta que no está todo unido.

Sea como sea, hoy me sigo sintiendo raro,
pero querido.
Y aunque sé que es cosa mía
por fin me alegro de seguir siendo después de todo
el mismo.

Hate me for all the things I didn’t do for you
Blue October

Ódiame por las pocas cosas
que no he hecho por ti.
Sí, ódiame si quieres por eso.
Ódiame porque te lo prometí,
pero aún no te he bajado todas las estrellas del cielo.
Ódiame porque hay partes del día en que no estoy contigo.
Ódiame porque a veces duermo.
Ódiame porque no siempre apareces tú
en mis sueños.

Pero no me odies
por ser demasiado bueno,
que ya se encarga el mundo
de odiarme por eso.
No me odies porque me preocupe tanto por ti.
No me odies porque a veces tenga celos.
No me odies por meter la pata acordándome de una fecha de más,
por regalarte cosas en días que no debo.
No me odies porque piense tanto en el futuro
y el pasado me parezca lo de menos.

Ódiame si quieres porque no estuve contigo
cuando me fui a comprar un anillo en mal momento.
Ódiame porque a veces me basta con mirarte
y me quedo callado como un tonto y no te contesto.

Pero no me odies por quererte.
No me odies por echarte tanto de menos.
No me odies por decirte demasiado pronto
que te quiero.

Ódiame por las pocas cosas que no he hecho por ti,
por no haber sabido parar el tiempo,
por haber creído que quererte
bastaba para demostrarte que te quiero.

Pero no me odies por querer convencer a tu corazón
cuando ni siquiera puedo controlar mis propios sueños.
No me odies por enamorarme de quien no debía,
que ya me encargo yo de odiarme por eso.

Creo que no tiene nada que ver,
pero yo siempre relaciono vértigo con vertical.
Por eso,
contigo lo que tengo es horizóntigo.
Hay que ver las tonterías que me invento
por echarte de menos aunque estés a mi lado.
Y lo peor es que la palabra existe.
Se puede encontrar por Google.
Pero es que es verdad.
Es que te veo a mi altura,
pero siempre la distancia es demasiada entre los dos.
Y me da horizóntigo.
Y no siento que caigo,
pero me siento en el vacío,
como si no me sujetara el suelo
porque me sujeta verte,
tocarte
estar todos los días contigo.
Y es eso lo que me asusta,
igual que solo se tiene vértigo
si se ve al fondo el suelo.

En inglés horizontigo (como se pronuncie)
es la sensación del que está parado,
pero cree que se mueve su coche al moverse otros.
Yo no sé si me muevo
o te mueves tú,
pero siempre siento que estás lejos.
Y me da horizóntigo.
Y te abrazo
y te aprieto contra mi pecho,
intentando aplastar el vacío
que siempre habrá entre los dos
por no ser uno.