Pues al final yo no era tan difícil.
Al final sabía querer igual que todos.
Soy raro, sí, y me enfado a veces,
pero nada que no vea que hacen otros.
¿Por qué no había encontrado a nadie antes?
Quizá porque nadie me había mirado de este modo.
Quizá porque hay poca gente que sepa distinguir
entre lo que dice uno y lo que siente en el fondo.
Quizá porque no supe venderme en estos tiempos,
y los que no vemos el mundo como una transacción somos muy pocos.
Quizá porque yo nunca he sabido mentir
y antes de presumir he preferido siempre emborronarlo todo.
Quizá porque siempre me he exigido demasiado
y creyéndome abocado a estropear mi mundo
he preferido estropearlo solo.
Quizá porque hasta que tú llegaste
siempre había creído que los demás me consideraban tonto.
Quizá porque solo tú entendiste que no basta con quererme,
que había que hacer que me dejara querer por otro.
Y eso no era tan difícil
o al menos no muy complicado en el fondo:
era ir limpiando cada día,
tarde a tarde, trozo a trozo,
las lágrimas grises que guardé en mi corazón
cuando cada golpe de la vida me parecía una razón más para estar solo.
No era tan difícil.
A ti desde luego te costó muy poco.
Me demostraste que quererme yo era quererte más a ti,
era querernos más a nosotros.