Creo que no tiene nada que ver,
pero yo siempre relaciono vértigo con vertical.
Por eso,
contigo lo que tengo es horizóntigo.
Hay que ver las tonterías que me invento
por echarte de menos aunque estés a mi lado.
Y lo peor es que la palabra existe.
Se puede encontrar por Google.
Pero es que es verdad.
Es que te veo a mi altura,
pero siempre la distancia es demasiada entre los dos.
Y me da horizóntigo.
Y no siento que caigo,
pero me siento en el vacío,
como si no me sujetara el suelo
porque me sujeta verte,
tocarte
estar todos los días contigo.
Y es eso lo que me asusta,
igual que solo se tiene vértigo
si se ve al fondo el suelo.

En inglés horizontigo (como se pronuncie)
es la sensación del que está parado,
pero cree que se mueve su coche al moverse otros.
Yo no sé si me muevo
o te mueves tú,
pero siempre siento que estás lejos.
Y me da horizóntigo.
Y te abrazo
y te aprieto contra mi pecho,
intentando aplastar el vacío
que siempre habrá entre los dos
por no ser uno.

tu lengua contra el pasado
Marwan

 Si no nos conocíamos,
¿cómo te puedes llevar tan mal con mi pasado?
¿Cómo puedes hacer
que se retuerza tanto,
si yo nunca he podido con él,
con todas las veces que lo he intentado?

Si no nos conocíamos,
¿o eras aquella que siempre me daba la mano
cuando yo ya no tenía ganas de vivir,
pero notaba que alguien me llevaba arrastrando?

Si no nos conocíamos,
¿cómo puedes saber los puntos débiles de mi pasado?
¿Cómo puedes saber lo que me dijo
para que yo viera al futuro siempre como el malo?

Sí, no nos conocíamos,
pero tú ibas por el camino de al lado,
siempre cerca porque a los dos
aun sin conocernos
nos llevaban al mismo sitio nuestros pasos.

Ya sé que en el fondo era eso
y que nunca se pudo,
y que el beso en tu boca y la mía
quizás se entretuvo.

Ya sé que el amor era eso,
si es que acaso lo hubo,
y que a veces quererse no basta
y que a veces quererse no es justo.

Ya sé que fui yo el que estaba
a tu lado aquel día, el que tuvo
tu mano agarrada algún tiempo,
quizás demasiados segundos.

También sé que te fuiste enfadada
y que mi mano no te sostuvo,
pero el amor solo aguanta si es cierto
y mi alma aguantó
lo que pudo.

Me gustaría darte la oportunidad
de verte a ti mismo a través de mis ojos
Frida Kahlo

Que por un día me vieras como yo te veo.
Mucha gente lo sueña.
Yo lo sueño.
Que por un día
pudieras verlo
y me dijeras si lo que sientes por mí
es lo mismo que yo siento.
Que se acabaran de una vez
los tequieros
y esas palabras que nunca
consiguen arrastrar consigo verdaderos sentimientos.
Que vieras lo que es un día para mí sin ti
y fuera igual de triste que cuando tú me echas de menos.

Si por un día me vieras como yo te veo,
se acabaría el miedo a estar solo en el mundo,
se acabarían los celos,
se acabaría pensar
que amar es solo encontrar a una persona con la que la vida duela menos.
Se acabaría suponer
que solo me quieres porque soy bueno.

Si por un día comprobaras que me ves
como yo te veo…
Se demostraría que el amor
es la única manera de ser el mismo en otro cuerpo,
de estar en dos sitios a la vez,
de verse desde fuera sin dejar de estar dentro,
la única manera
de ser por una vez dos contra uno contra el tiempo.

¿Y ahora
cómo le explico a mi corazón
que no estoy solo?
¿En qué tipo de soledad
proyectará ahora su tristeza?
¿A quién encontrará
por la noche en las estrellas?
¿Para qué futuro amor
se esforzará en recoger
las más bellas?
¿De qué le servirá
preparar irrepetibles melodías
con las letras?

¿Cómo le digo yo
que todo era al fin por ella,
que ya todo acabó,
que terminó la espera,
que ya no es necesario que se esfuerce,
que esas cosas ya
no merecen la pena,
que ahora no estoy solo ya
que ya no hace falta
que me mueva,
que ahora es su corazón el que me mueve
que ahora quien me mueve
es ella?

Pero ¿cómo le digo yo
que esta vez sí es ella
que no me he vuelto a equivocar
que es perfecta,
que tiene el mismo corazón,
pero con la polaridad opuesta?

¿Cómo convenzo ahora a mi corazón
de que he encontrado al fin a aquella
a quien él pueda mover
sin estar preocupado
de que yo no me mueva?

¿Cómo convencerle
de que es ella
por la que merecerá la pena morir
cuando ella muera?

Mendigo besos por las calles más amargas.
Las chicas me miran sorprendidas al pasar:
«¿Cómo tú andas por ahí pidiendo cosas
que sabes que te regalarían en cualquier lugar?».

No quiero los besos que regalan en cualquier sitio.
Quiero los besos que no se pueden regalar.
Los besos que al darse se comparten entre almas.
Los besos que ella me daba y que ya no me da.

Era mentira, ¿verdad?
No te fuiste.
Fue otra de esas cosas que me invento
los días grises.

Era mentira, ¿verdad?
Sí que me quisiste.
No siempre hay que hacerle caso
a las cosas que otro dice.

Era mentira, sí.
Por eso aquí sigues,
aunque sea ahora en mis recuerdos,
aunque sea todo cierto y me olvides.

Pero es mentira, claro que es mentira,
porque un día me pediste
que te quisiera para siempre
y yo te quise.

Hay días en que me siento
como si alguien hubiera dicho que no se puede escribir poesía
y yo metiera la pata
escribiendo las más optimistas.

También me siento así
las pocas veces en que siento alegría
y salgo a la calle
y justo nadie está contento ese día.

No es que quiera estar triste,
es que siempre he sentido lo que creía que debía
y me he equivocado tantas veces
que no quiero arriesgar más mi poca alegría.

La guardo para cuando esté seguro
de que ha llegado el día,
de que he encontrado a la persona
que estará contenta cuando le dedique mi más optimista poesía.

 

¿Otra vez? ¿De verdad?
Pero si ya tenía
la vida más o menos controlada.
Si ya había aprendido a aceptar
que no pasa nada por estar triste,
que es una cosa de un día,
que se pasa de repente.
Pero nada.
Otra vez con la tristeza de siempre.
No me vale con tener la novia que siempre había soñado,
no me vale tener un proyecto tan bueno a punto de empezar.
Siempre consigo encontrar algo
con lo que preocuparme
y sentir que a partir de ahora
ya no me va a dejar de preocupar.
No es ni siquiera saber que un día todo esto se acaba.
Es como un vacío,
la sensación de que un segundo
es lo mismo que una vida.
Es sentir que vale más lo que no he hecho
que los supuestos logros que he conseguido hasta ahora.
Es precisamente eso lo que me hace caerme mal,
lo que me hace pensar que caigo mal a todo el mundo,
que todos se ríen de cómo vivo por detrás de mí
y lamentan cómo desperdicio mi vida
con lo listo que yo era.
Pero tampoco es que envidie yo sus vidas.
Solo envidio que ellos hayan sabido adaptarse
y por lo menos sepan vivir creyendo estar a gusto
en este mundo en el que asusta de igual manera que todo se acabe un día
como que no se acabe nunca.