¿Otra vez? ¿De verdad?
Pero si ya tenía
la vida más o menos controlada.
Si ya había aprendido a aceptar
que no pasa nada por estar triste,
que es una cosa de un día,
que se pasa de repente.
Pero nada.
Otra vez con la tristeza de siempre.
No me vale con tener la novia que siempre había soñado,
no me vale tener un proyecto tan bueno a punto de empezar.
Siempre consigo encontrar algo
con lo que preocuparme
y sentir que a partir de ahora
ya no me va a dejar de preocupar.
No es ni siquiera saber que un día todo esto se acaba.
Es como un vacío,
la sensación de que un segundo
es lo mismo que una vida.
Es sentir que vale más lo que no he hecho
que los supuestos logros que he conseguido hasta ahora.
Es precisamente eso lo que me hace caerme mal,
lo que me hace pensar que caigo mal a todo el mundo,
que todos se ríen de cómo vivo por detrás de mí
y lamentan cómo desperdicio mi vida
con lo listo que yo era.
Pero tampoco es que envidie yo sus vidas.
Solo envidio que ellos hayan sabido adaptarse
y por lo menos sepan vivir creyendo estar a gusto
en este mundo en el que asusta de igual manera que todo se acabe un día
como que no se acabe nunca.