Hay días en que me siento
como si alguien hubiera dicho que no se puede escribir poesía
y yo metiera la pata
escribiendo las más optimistas.
También me siento así
las pocas veces en que siento alegría
y salgo a la calle
y justo nadie está contento ese día.
No es que quiera estar triste,
es que siempre he sentido lo que creía que debía
y me he equivocado tantas veces
que no quiero arriesgar más mi poca alegría.
La guardo para cuando esté seguro
de que ha llegado el día,
de que he encontrado a la persona
que estará contenta cuando le dedique mi más optimista poesía.