Desde el pasado me miró
Todos me miraron:
¿Qué fue de las estrellas
que por las noches nos guiaron?
¿Es que ya no muere nadie?
¿Ya nadie llora desolado?
¿Ya nadie echa de menos?
¿Qué fue de las rosas, de los ojos enamorados?
¿Qué fue de los cuerpos de mujer imaginados?
¿Qué fue de los suspiros de amor,
de los bellos versos claros?
¿Qué fue del cielo azul
y del mar alborotado?

Desde el presente les grité.
Todos me escucharon:
Las estrellas siguen ahí,
pero ya no las utilizamos;
sigue habiendo muertos,
pero ya son demasiados.
Hay demasiadas cosas para recordar,
demasiado pasado,
demasiadas cosas que añorar,
demasiados ojos enamorados.
Los suspiros no se escuchan:
vuelan demasiado bajo.
Las rosas apenas crecen
en el asfalto.

¿Y el amor?
¿Cómo entonces podéis conservarlo?
En la nevera a veces,
a veces en el rincón de un cuarto.

¿Y la poesía?
La poesía anda perdida en los armarios.

¿Y los poetas?
Los poetas como todo, somos demasiados.
Solo algunos, muy pocos,
logran demostrarlo.

Desde el pasado les grité.
Todos lloraron.
Desde el presente lloré.
Todos me miraron.

Si el poema me voló al alma
fue porque sus palabras se esparcieron en el viento.
Olían a los días en que todo era lo mismo;
lo mismo todo pero en distinto momento.

Si el poema me arrugó el alma,
fue porque hay palabras que parecen sentimientos.
Y allí se quedaron los míos,
desordenando noches, esparcidos en el tiempo,
tratando de buscar excusas
para escribir aquellos versos,
arrugándome el alma como quien arruga
un recuerdo,
como quien arruga la muerte,
como quien arruga un sueño,
como el que arruga todo lo que ya se fue
porque no queda ya nada que hacer por ello.

Si el poema me voló el alma
fue porque yo no pude superar aquello.
Y arrugué la vida
Y arrugué la muerte
Y arrugué miles de recuerdos
Y arrugué la esperanza de volver a hacer
lo que ya hice entonces pero en distinto momento.

Así que esto era:
amar no tenía por qué doler,
simplemente fue que aquellas
no me llegaron a querer.
Así que no importaba cometer errores,
no importaba no estar siempre bien,
no era que mis tonterías
nos hicieran retroceder.
Era eso. Era simplemente
que a aquellas les gustaba, pero no me llegaron a querer.
Era eso. Ahora lo sé.
Ahora que tú has llegado
y mis defectos
no son excusas para retroceder.
Ahora que me quieres de verdad.
Ahora que hasta lo malo está bien.
Era eso.
Ahora es muy fácil de ver.
Ahora que ya solo me preocupa
que a ti tampoco te duela, como a mí entonces, querer.

No me importa ser el raro,
el poeta,
el que supuestamente no trabaja porque no gana dinero,
el que comparte cosas íntimas,
el que no estudió Derecho.
No me importa que se rían
de que solo ahorre sentimientos.
No me importa preocuparles tanto
por mi futuro incierto.
No me importa ser el raro para todos mis amigos,
ser distinto a ellos.
No me importa, de verdad,
pues según están los tiempos
sentirme raro es requisito imprescindible
para ser lo que yo quiero.

Igual que la música
no deja de ser en su esencia ruido
y por mucho que se quiera a alguien
su cuerpo no deja de hacer sombra los días de menos frío.
Igual que aun las palabras más bonitas
son aire chocando por la boca, que no choca en cambio en los suspiros.
Igual que para el corazón
el amor son más rápidos, pero son solo latidos.
Así morir
es solo una parte del camino
y vivir,
vivir es la oportunidad de hacer que otros
encuentren la felicidad en nuestro recorrido.

La magia del mundo, como toda la magia,
no es más que un truco para engañar a nuestros sentidos.
Pero la cosa es que solo la magia
consigue que olvidemos que todo se reduce a latidos.

¡Cómo echarás de menos cuando me haya marchado
mi voz que tantas veces callaron tus palabras!
La recordarás siempre con el corazón roto
y lamentarás no haber sabido aprovecharlas.

¡Cómo desearás oír mi voz ronca de nuevo
rozando tus oídos con dulzura escarlata!
Sonará su falso eco por las noches
y tú lo apartarás de tus sueños asfixiada.

¡Cómo echarás de menos cuando me haya marchado
mi voz que despreciaste cuando aún eras mi amada!
Y yo te gritaré desde mi soledad triste
sabiendo que ya no me queda por perder nada.

¡Cómo lamentarás no haberme escuchado
en esas dulces noches de olvido solitarias!
Y yo arrojaré a la hoguera del recuerdo
las palabras que no te dije porque tú hablabas.

Ya no hablarás con otros por miedo a no escucharles
y por miedo a dejar sola otra vez tu alma.
Y yo ya no hablaré por miedo a recordarte
cuando me escuche atentamente mi nueva amada.

¡Cómo me echarás de menos cuando me haya ido!
¡Cómo añoraré que tu dulzura me callara!
Y en el mar de tu voz me ahogaré sin resistencia
y el eco de mi voz te ahogará desesperada.

Llorarás perdida las noches de silencio
y yo escribiré versos las noches que me hablabas.
Y todo porque no supimos darnos cuenta
que en mi silencio y en tu voz la vida nos juntaba.

¿De verdad fue así? ¿Eso fue todo?
¿Tanto me costaba perdonarte?
¿Por qué los recuerdos siempre actúan
cuando ya es demasiado tarde?
¿Solo porque no te escribí
o porque a ti no te llegó el mensaje?
¿Tanto poder tienen las palabras?
¿Tanto puede influir una frase?

No creo que fuera así. Algo más hubo.
Algo nos tuvo que pasar antes.
O quizás es que para quererse
no basta con admirarse.
No entendimos que los defectos
son inevitables
y que por eso las reacciones
son lo más importante.

Tuvo que ser eso. Por eso me marché,
a pesar de que creo que llegué a perdonarte.
Por eso no te escribí.
Por eso no te llegó el mensaje.
Por eso los recuerdos
actúan tan tarde.
Y es mejor, porque tienen el defecto
de elegir solo las mejores partes,
porque no entienden de la vida,
porque son parciales
y siempre al que recuerda
es al que declaran culpable.

De verdad fue así. Eso fue todo.
Así es como aprendí a olvidarte
y aprendí a esperar
a quien hasta discutiendo supiera amarme.
Y tú no tenías la culpa.
Por eso no me costó perdonarte.
El que ignora los recuerdos
sabe que nunca hay culpables.
Pero sí hay cómplices
cuando el delito es amarse,
cuando la culpa es de los dos
porque el móvil es el mismo por las dos partes,
cuando el futuro es el presente,
cuando los recuerdos son reales
y están desde el principio ahí
y por eso no van a actuar ya nunca tarde.

Los espíritus tocan
a los que son casi transparentes.
Los cogen por detrás
y ellos los sienten
Les gustaría ser como ellos:
casi transparentes.
Les gustaría sentir lo que ellos sienten.
Tienen el alma a flote
y el corazón en los dientes.
Son personas especiales
y tienen a Dios presente.
Sus manos son cálidas,
sus ojos diferentes.
Tienen la piel muy clara
son casi transparentes.

Porque ya olvidé mis recuerdos
y comprendí que no eran nada
Porque ya lo entregué todo
y me quedé hasta sin ganas
Porque ya he amado antes
No quiero enamorarme

Porque ya tuve mi tiempo
y ya no hay nada que me valga
Porque ya pertenecí a alguien
y me vendió en una subasta
Porque ya he amado antes
No quiero enamorarme

Porque sé que nada vuelve
y tú no fuiste el primero en encender la llama
Porque sé que no es posible
que te ame como amaba
Porque ya he amado antes
No quiero enamorarme

Pero tú me diste algo
que me dejó destrozada
Me demostraste que nunca
había estado enamorada

Y como no había amado antes
no dudé en enamorarme

Incomprendido en el mar
como una piedra más.
Alejado del cielo
y, bajo el cielo, solo.
Solo bajo el mar.

Incomprendido en el mar
como una estrella más.
Reflejado en el agua
y, en el agua, llorando
lágrimas de sal.

Incomprendido en el mar
como un suspiro más.
Volando por la brisa
y, en la brisa, cantando
sin poder amar.
Incomprendido en el mar
como un náufrago más.
Olvidado en las olas.
Ellas la secuestraron.
Nunca volverá.

Incomprendido en el mar
como agua.
Nada más.