Eso es.
Somos el medio por el que se manifiesta lo transparente.
No sé si será gracias al lenguaje
o si el lenguaje no hace más que dejarlo patente.

No sé cómo lo hemos hecho,
si nos eligieron o si surgió de repente.
No lo sé, pero somos la pantalla
en la que se ve lo transparente.
A veces está distorsionado,
a veces no se entiende,
pero así al menos se sabe
que está presente.

Es eso y no otra cosa
lo que debería preocupar a la gente,
lo que habría que estudiar
para entenderlo completamente.

Eso es.
Por eso la poesía a veces duele.
No porque hable de amores perdidos
o de la muerte,
sino porque habla de cosas que creemos atrapar
pero que aún se nos resbalan y se pierden,
porque nos invita a creer,
pero aún le falta una prueba concluyente,
el verso que se pueda ver
aunque todas sus palabras sean transparentes.

Y si me muero ¿qué?
No me quieras porque el mundo sea bueno.
Quiéreme aunque el mundo sea malo.
No digas que el amor es esto:
refugiarse de la vida y del pasado.

Y si me muero ¿qué?
¿Y si me caigo de la cama y ya no me levanto?
¿Y si el viento rompe las persianas?
¿Y si estalla la puerta de mi cuarto?
No me quieras para que te abrace y te proteja.
Una simple lágrima podría destrozar mi abrazo.
No me quieras para olvidar con el futuro,
que pronto empezará a abultar más el pasado.
Quiéreme porque solo yo en el mundo
soy capaz de abrocharte el cinturón desde mi lado,
de darle la vuelta a la vida
para que puedas verla por debajo.
Así si me muero…
si me muero, verás que la muerte también es parte del decorado.

No me quieras porque sea bueno
ni porque le sepa atar los cordones a tu pasado.
Quiéreme porque sé ver las costuras de la vida
y puedo así reconocer lo verdaderamente malo.
Así si me muero no te pasará nada
porque entenderás la vida y entenderás qué tenían de especial mis abrazos.
Así si me muero entenderás que el mundo es demasiado bueno
a pesar de ser demasiado malo.

Solo tú eres capaz
de hacer que no importe
que el alma duela.

Solo tú eres capaz
de explicarme por qué
la vida es tan bonita aunque al final se muera.

Solo tú,
porque tú sabes de tristeza,
porque tú sabes que tener miedo no es malo,
que no es malo huir a veces ni siquiera.

Solo tú eres capaz de reconciliarme con las cosas
que nunca he enseñado porque me daba vergüenza.

Solo tú eres capaz de hacer que en el fondo de mi alma
pueda llegarme a creer que alguien me quiera.

Y así ya el miedo
no da tanta vergüenza.
Y que acabe un día no importa
porque solo un día contigo ya mereció la pena.

La vida es imperfecta
e inexplicable
se empieza a comprender
cuando ya es tarde.
Y no se puede
hacer entonces nada
porque se muere.

La vida es imperfecta
y nunca hay nadie
que dé alguna respuesta,
que explique el hambre.
Y yo no puedo
seguir viviendo así
porque me muero.

La vida era imperfecta
y no hubo nadie
pero llegaste tú
y aún no era tarde.
Y tú sí puedes
hacerme comprender
que no se muere.

La vida es imperfecta
hasta que llega
quien puede responder
sin dar respuestas.
Y así ahora puedo
saber que nunca es tarde
aunque esté muerto.

No me digas que te has muerto, ¿vale?
Déjame vivir con esa ilusión.
Deja que siga apuntándome cosas
para preguntarte cuando volvamos a estar juntos los dos.

No me digas que te has ido para siempre,
que ya empiezo a sospecharlo yo.
Dime, no sé, que han retrasado tu vuelo,
que hay una complicada avería en el avión.

No me digas que ya te es imposible quererme,
deja que lo note poco a poco en lo bajito que va sonando tu voz.
Pero, de verdad, no me digas que ahora ya te es imposible quererme
ni que te has ido para siempre, ni que la muerte te llevó.

¿Por qué va a ser menos el amor de ahora
solo porque ya no den golpes los latidos de tu corazón?
¿Qué tontería es esa?
¿Acaso se reduce a golpes y pensamientos el amor?

No me digas que te has muerto, ¿vale?
Que no quiero caer en la tentación
de pensar que todo se acaba un día porque somos
solo carne que mientras se mueve está viva
y luego ya no.

La vida cansa
y cansa también
saber que vamos a morir.
Por eso, no seamos dos,
seamos uno
y unamos nuestras fuerzas
que, separados, no nos bastan
para afrontar la vida
y afrontar la muerte
que cansa cada vez más
cuanto más sentimos
que hemos tirado la vida
por pensar tanto en la muerte
cuando aún estaba lejos,
cuando estaba aún muy lejos
aunque no lo supiéramos.
Pensar en la muerte cansa,
pero cansa más haber pensado tanto en ella.
Seamos uno, pues,
y unamos nuestras fuerzas
para olvidar
y ser eternos
y para no cansarnos nunca
ahora que aún nos queda poco tiempo.

(Qué raro es el cumpleaños de alguien cuando de pronto no cumple un año más)

Que quedaba algo, decía,
que quedaba algo del que muere.
¡Qué iluso! ¡Queda más!
Porque se recuerda más al que está ausente,
porque se sueña más con la persona
y parece como si los sueños tuvieran más relieve,
porque ahora ponemos más ahínco al hablarle
porque no sabemos si nos entiende.
Queda más porque hay personas tan buenas
que aun cuando se mueren
siguen dándonos la mano
si notan que la vida nos duele.
Queda más porque en su torpe bondad no se dan cuenta
de que ahora sentirles escuece,
ahora tocarles nos hace sentir más solos
porque sabemos que pueden acercarse, pero no vuelven.
Sentirles nos hace dudar
si cogerles fuerte de la mano
o dejarles ya que se vayan para siempre

Elegía a un padre que se fue despacio

Se fue yendo despacio
acostumbrando mi corazón a la tristeza.
En su larga enfermedad
nadie me dio más amor sobre la tierra.

Se fue yendo despacio,
tan despacio que aún parece que estuviera.
Tan despacio se fue
que la muerte se convirtió en su compañera.
Fue cayendo en el dolor para adecuarme
a cualquier sufrimiento que alguna vez tuviera.
Se posó suavemente en los brazos de la muerte
para que nunca en su recuerdo la temiera.

Y ahora en mis sueños
noche a noche silencioso entra
y me roba con su sonrisa tan mía
poco a poco los pedazos de tristeza.
Y para que no llore
me recuerda
cuando los dos nos guiñábamos el ojo
y nos poníamos aquella cara de extrañeza.
Y me hace vivir otra vez
los momentos que jamás pensé que volvieran
y me hace sentir otra vez
que en alguna parte, qué más da dónde,
mi padre seguirá siendo el que siempre era

No puede ser como darle a un interruptor
sin más.
No puede ser morirse de repente,
dejar de estar en un instante
que de pronto nuestra propia vida ya no nos recuerde.
No puede ser.
No puede.
Debe haber una puerta secreta,
una puerta que nos lleve
a escondidas de la gente a otro lugar
donde pase al fin a ser recuerdo nuestra muerte,
donde todo siga igual,
donde lo único diferente
sea haber perdido el miedo
a que nos apague un día un interruptor
de repente.